Page 25 - Impreso
P. 25

 domingo 30 de mayo de 2021
L’OSSERVATORE ROMANO
página 5
 En este sentido, se pueden organizar mi- siones en las que se invite a los jóvenes a vi- sitar a las personas en sus casas, llevándo- les un mensaje de esperanza, una palabra de consuelo o simplemente ofreciéndoles escuchar.[23] Aprovechando su entusiasmo, los jóvenes – siempre que sea posible – pueden ser también protagonistas de mo- mentos de evangelización pública, con cantos, oración y testimonios, en aquellas calles y plazas de la ciudad donde se reú- nen sus coetáneos, porque los jóvenes son los mejores evangelizadores de los jóvenes. Su sola presencia y su fe alegre constituyen ya un “anuncio vivo” de la Buena Nueva que atrae a otros jóvenes.
También hay que fomentar las actividades en las que los jóvenes experimentan el vo- luntariado, el servicio gratuito y la auto- gestión. No hay que olvidar que el domin- go anterior a la solemnidad de Cristo Rey, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres. Qué mejor ocasión para pro- mover iniciativas en las que los jóvenes do- nen su tiempo, su fuerza a los más pobres, a los marginados, a los descartados por la sociedad. De este modo se ofrece a los jó- venes la posibilidad de convertirse en «protagonistas de la revolución de la cari- dad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial».[24]
d. La Jornada de los jóvenes debe ser una
“ocasión de discernimiento vocacional” y una “llamada a la santidad”
Dentro de una fuerte experiencia eclesial y misionera de la fe, se debe dar prioridad a la dimensión vocacional. Es un enfoque gradual que, en primer lugar, hace que los jóvenes comprendan que toda su vida está puesta ante Dios, que los ama y los llama. Dios los ha llamado ante todo a la vida, los llama continuamente a la felicidad, los lla- ma a conocerlo y a escuchar su voz y, sobre todo, a aceptar a su Hijo Jesús como su maestro, su amigo, su Salvador. Reconocer y afrontar estas “vocaciones fundamenta- les” representa un primer gran reto para los jóvenes porque, cuando se toman en serio, estas primeras “llamadas” de D ios apuntan ya a opciones de vida exigentes: la acepta- ción de la existencia como un don de Dios, que debe vivirse, por tanto, en referencia a Él y no de forma autorreferencial; la elec- ción de un estilo de vida cristiano, en los afectos y en las relaciones sociales; la elec-
ción del camino de los estudios, del com- promiso laboral y de todo el futuro de uno de forma que esté en plena sintonía con la amistad con Dios que se ha abrazado y se quiere conservar; la elección de hacer de toda la existencia un don para los demás que debe vivirse en el servicio y el amor de- sinteresado. Se trata de opciones a menudo radicales, en respuesta a la llamada de Dios, que dan una orientación decisiva a toda la vida de los jóvenes. «La vida [...] es el tiempo de las decisiones firmes, fun- damentales, eternas. – aclaró el papa Fran- cisco a los jóvenes – Elecciones banales conducen a una vida banal, elecciones grandes hacen grande la vida».[25]
Dentro de este “horizonte vocacional” más amplio, tampoco hay que tener miedo de proponer a los jóvenes la elección ineludi- ble de aquel estado de vida que está de acuerdo con la llamada que Dios dirige a cada uno de ellos individualmente, ya sea el sacerdocio o la vida consagrada, incluso en forma monástica, o el matrimonio y la familia. En este sentido, puede ser de gran ayuda la implicación de los seminaristas, de las personas consagradas, de los matri- monios y de las familias, que con su pre- sencia y su testimonio pueden contribuir a suscitar en los jóvenes las preguntas voca- cionales adecuadas y el deseo de ponerse en marcha en busca del “gran proyecto” que Dios ha previsto para ellos. En el deli- cado proceso que debe llevarles a madurar estas opciones, los jóvenes deben ser acom- pañados e ilustrados con prudencia. Cuan- do llegue el momento, pues, hay que ani- marles a hacer su propia elección personal con decisión, confiando en la ayuda de Dios, sin permanecer en un estado perpe- tuo de indeterminación.
En la base de toda elección vocacional de- be estar la llamada aún más fundamental a la santidad. La JMJ debe hacer resonar en los jóvenes la llamada a la santidad[26] co- mo verdadero camino de felicidad y reali- zación personal. Una santidad acorde con la historia y el carácter personal de cada jo- ven, sin poner límites a los misteriosos ca- minos que Dios tiene reservados para cada uno y que pueden llevar a historias heroi- cas de santidad – como ha ocurrido y ocu- rre con muchos jóvenes – o a esa “santidad de al lado” de la que nadie está excluido. Conviene, pues, aprovechar el rico patri- monio de los santos de la Iglesia local y universal, hermanos mayores en la fe, cu-
yas historias nos confirman que el camino de la santidad no solo es posible y practica- ble, sino que da mucha alegría.
e. La Jornada de los jóvenes debe ser una “experiencia de peregrinación”
La JMJ ha sido, desde el principio, una gran peregrinación. Una peregrinación en el espacio – desde diferentes ciudades, paí- ses y continentes hasta el lugar elegido pa- ra el encuentro con el Papa y los demás jó- venes – y una peregrinación en el tiempo –de una generación de jóvenes a otra que ha “recogido el testigo” – que ha marcado profundamente los últimos treinta y cinco años de la vida de la Iglesia. Los jóvenes de la JMJ son, pues, un pueblo de peregrinos. No se trata de caminantes sin rumbo, sino de un pueblo unido, de peregrinos que “caminan juntos” hacia una meta, hacia el encuentro con Alguien, con Aquel que es capaz de dar sentido a su existencia, con el Dios hecho hombre que llama a cada joven a convertirse en su discípulo, a dejarlo to- do y a “caminar tras él”. La lógica de la pe- regrinación exige esencialidad, invita a los jóvenes a dejar atrás las seguridades cómo- das y vacías, a adoptar un estilo de viaje so- brio y acogedor, abierto a la Providencia y a las “sorpresas de Dios”, un estilo que educa a superarse y a afrontar los retos que surgen en el camino.
La celebración diocesana/eparquial de la JMJ, por lo tanto, puede proponer formas concretas para que los jóvenes tengan ex- periencias reales de peregrinación, es decir, experiencias que animen a los jóvenes a sa- lir de sus casas y ponerse en camino, du- rante las cuales aprendan a conocer el su- dor y el trabajo del viaje, la fatiga del cuer- po y la alegría del espíritu. A menudo, de hecho, a través de la peregrinación juntos se descubren nuevos amigos, se experi- menta la emocionante coincidencia de ideales al mirar juntos el objetivo común, el apoyo mutuo en las dificultades, la ale- gría de compartir lo poco que se tiene. To- do esto es de vital importancia en los tiem- pos actuales, en los que muchos jóvenes corren el riesgo de aislarse en mundos vir- tuales e irreales, lejos del polvo de los “ca- minos del mundo”. Por lo tanto, se ven pri- vados de esa profunda satisfacción que proviene de la conquista dura y paciente de
SIGUE EN LA PÁGINA 6
 


















































































   23   24   25   26   27