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 página 2 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 6 de febrero de 2022 Las vísperas en la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos La valentía de invertir el rumbo para encontrar el camino de la fraternidad
 En la tarde del martes 25 de enero, Francisco presidió en la basílica papal de San Pablo ex- tramuros la celebración de los vísperas de la so- lemnidad de la Conversión del apóstol de las gentes, en la conclusión de la 55o Semana de oración por la unidad de los cristianos, que este año tenía por tema «Hemos visto salir su estre- lla y venimos a adorarlo» (cfr. Mt 2, 2). Parti- ciparon representantes de otras Iglesias y comu- nidades cristianas presentes en Roma. Publica- mos la homilía pronunciada por el Pontífice.
Antes de compartir algunas reflexio- nes, quisiera expresar mi gratitud a Su Eminencia el Metropolita Polykarpos, representante del Patriarcado Ecumé- nico, a Su Gracia Ian Ernest, represen- tante personal del Arzobispo de Can- terbury en Roma y a los representantes de las otras Comunidades cristianas presentes. Y gracias a todos ustedes, hermanos y hermanas, por haber veni- do a rezar. Saludo en particular a los es- tudiantes: los del Ecumenical Institute of Bossey, que profundizan el conocimien- to de la Iglesia católica; los anglicanos del Nashotah College en los Estados Uni- dos de América; los ortodoxos y orto- doxos orientales que estudian con be- cas concedidas por el Comité para la Colaboración Cultural con las Iglesias Ortodoxas. Acojamos el apremiante deseo de Jesús, que quiere que todos seamos uno (cf. Jn 17,21) y, con su gra- cia, caminemos hacia la unidad plena. En este camino nos ayudan los Magos. Contemplemos esta tarde su itinerario, que consta de tres etapas: comienza en oriente, pasa por Jerusalén y por últi- mo llega a Belén.
1. Antes que nada, los Magos salen «del oriente» (Mt 2,1), porque desde allí ven
ANDREA MONDA director
Silvina Pérez Jefe de la edición
Lorena Pacho Redactora en lengua española
Arturo López Responsable gráfico de la edición española
aparecer la estrella. Inician su viaje en oriente, que es donde sale el sol, pero van en busca de una luz más grande. Estos sabios no se conforman con sus conocimientos y sus tradiciones, sino que desean algo más. Por eso afrontan un viaje arriesgado, impulsados por la inquietud de la búsqueda de Dios. Queridos hermanos y hermanas, siga- mos también nosotros la estrella de Je- sús. No nos dejemos deslumbrar por los resplandores del mundo, estrellas
frecuentemente vestidos con trajes di- ferentes, para simbolizar pueblos di- versos. En los Magos podemos ver re- flejadas nuestras diferencias, las distin- tas tradiciones y experiencias cristia- nas, pero también nuestra unidad, que nace del mismo deseo: mirar al cielo y caminar juntos en la tierra. Caminar. El oriente nos hace pensar también en los cristianos que viven en varias regio- nes diezmadas por la guerra y la violen- cia. Es precisamente el Consejo de las
Iglesias de Oriente Medio el que ha preparado los sub- sidios para esta Semana de oración. Estos hermanos y hermanas nuestros tienen muchos desafíos difíciles que afrontar y, sin embargo, con su testimonio nos dan esperanza, nos recuerdan que la estrella de Cristo si- gue brillando en las tinie- blas y no se apaga; que el
Señor desde lo alto acompaña y alienta nuestros pasos. Alrededor de Él, en el cielo, brillan juntos, sin distinciones de confesión, muchísimos mártires, que nos indican a los que estamos en la tie- rra, un camino preciso, el de la unidad. 2. De oriente los Magos llegan a Jerusa- lén con el deseo de Dios en el corazón, diciendo: «Vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo» (v. 2). Pero de su deseo por el cielo son lle- vados de regreso a la dura realidad de la tierra: «cuando el rey Herodes oyó esto —dice el Evangelio—, se alarmó, y con él toda Jerusalén» (v. 3). En la ciudad san- ta los Magos, en vez de ver reflejada la luz de la estrella, experimentan la resis- tencia de las fuerzas oscuras del mun-
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 esplendentes pero fugaces. No sigamos las modas del momento, meteoros que se apagan; no caigamos en la tentación de brillar con luz propia, o sea de ence- rrarnos en nuestro grupo y salvaguar- darnos a nosotros mismos. Que nuestra mirada esté fija en Cristo, en el cielo, en la estrella de Jesús. Sigámoslo a Él, a su Evangelio y a su invitación a la unidad, sin preocuparnos de lo largo y difícil que será el camino para alcanzarla ple- namente. No olvidemos que la Iglesia, nuestra Iglesia, en el camino hacia la unidad, contemplando la luz, continúa siendo el “mysterium lunae” Anhele- mos y caminemos juntos, apoyándonos recíprocamente, como lo hicieron los Magos. La tradición nos los ha descrito
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