Page 8 - Impreso
P. 8

 página 8 L’OSSERVATORE ROMANO domingo 14 de julio de 2024
 “Iglesias mártires” plagadas por conflictos y violencias
VIENE DE LA PÁGINA 7
8-9). Es la Palabra inspirada de Dios, y ustedes de ROACO son las manos que dan carne a esta Palabra: manos que traen ayuda, levantando a los que sufren. Por eso se reúnen ustedes: no para hacer dis- cursos y teorías, no para elaborar análisis geopolíticos, sino para encontrar la mejor manera de unirse y aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas orien- tales. Les pido, les pido de todo corazón, que sigan apoyando a las Iglesias católi- cas orientales, ayudándolas, en estos tiem- pos dramáticos, a estar firmemente arrai- gadas en el Evangelio. Con su apoyo, que ayuden a suplir lo que el poder civil de- bería proporcionar a los más débiles, a los más míseros, pero no puede, no sabe o no quiere proporcionar. Sean un estí- mulo para que el clero y los religiosos tiendan siempre sus oídos al grito de sus pueblos, admirables por su fe, antepo- niendo el Evangelio a las disensiones o a los intereses personales, para estar unidos en la promoción del bien, porque todos en la Iglesia son de Cristo y Cristo es de Dios (cf. 1 Co 3,23).
Queridos representantes de las Agencias, gracias por lo que hacen: son evangeliza- dores, partícipes de la misión de la Igle- sia, portadores del amor de Jesús. ¡Cuán- tas personas han recibido a lo largo de los años el fruto de su generosidad! Us- tedes son sembradores de esperanza, tes- tigos llamados, al estilo del Evangelio, a trabajar con mansedumbre y sin clamores. Casi todo lo que hacen ustedes no desta- ca a los ojos del mundo, pero es agrada- ble a los de Dios. Gracias porque respon- den a los que destruyen reconstruyendo; a los que privan de dignidad devolviendo la esperanza; a las lágrimas de los niños con la sonrisa de los que aman; a la ló- gica maligna del poder con la lógica cris- tiana del servicio. Las semillas que uste- des siembran en suelos contaminados por el odio y la guerra brotarán, estoy seguro. Y serán profecías de un mundo diferente, que no cree en la ley del más fuerte, sino en la fuerza de una paz sin armas.
Sé que en los últimos días se han deteni- do ustedes en la dramática situación de Tierra Santa: allí, donde todo comenzó,
donde los apóstoles recibieron el manda- to de ir por el mundo a proclamar el Evangelio, hoy los fieles de todo el mun- do están llamados a hacer sentir su cerca- nía; y a animar a los cristianos, allí y en todo Oriente Medio, a ser más fuertes que la tentación de abandonar sus tierras, desgarradas por los conflictos. Pienso en una situación fea: que esa tierra se esté despoblando de cristianos. ¡Cuánto dolor causa la guerra, aún más estridente y ab- surda en los lugares donde se promulgó el Evangelio de la paz! A los que alimen- tan la espiral del conflicto y se benefician de ella, les repito: ¡deténganse! Detén-
Las semillas que ustedes siembran en suelos contaminados por el odio
y la guerra brotarán, estoy seguro. Y serán profecías
de un mundo diferente,
que no cree en la ley del más fuerte, sino en la fuerza
de una paz sin armas
ganse, porque la violencia nunca traerá la paz. Es urgente el alto el fuego, el en- cuentro y el diálogo para permitir la coe- xistencia de pueblos diferentes, único ca- mino posible hacia un futuro estable. Con la guerra, en cambio, una aventura sin sentido e inconclusa, nadie saldrá ven- cedor: todos serán derrotados, porque la guerra, desde el principio, ya es una de- rrota, siempre. Escuchemos a los que su- fren las consecuencias, como las víctimas y los necesitados, pero escuchemos tam- bién los gritos de los jóvenes, de la gente corriente y de los pueblos, que están can- sados de la retórica belicosa, de los estri- billos estériles que siempre culpan a los demás, dividiendo el mundo en buenos y malos, de los dirigentes que luchan por sentarse a una mesa para encontrar me- diaciones y promover soluciones.
Pienso también en el trágico drama de la atormentada Ucrania, por la que rezo y
no me canso de invitar a la oración: que se abra un resquicio de paz para esa que- rida población, que se libere a los prisio- neros de guerra y se repatríe a los niños. Promover la paz y liberar a los encarcela- dos son señas de identidad de la fe cris- tiana (cf. Mt 5,9; Lc 4,18), que no puede reducirse a un instrumento de poder. Es- tos días también se ha centrado en la si- tuación humanitaria de los desplazados de la región de Karabaj: gracias por todo lo que se ha hecho y se hará para ayudar a los que sufren. Quisiera agradecer a Su Excelencia Gevork Saroyan, de la Iglesia Apostólica Armenia, su presencia durante estos días; de regreso a casa, le ruego transmitir mis saludos fraternales a Su Santidad Karekin II y al querido pueblo de Armenia. Conocí a los dos Karekin, al primero y al segundo, en Buenos Aires. Hoy tantos cristianos de Oriente, quizá como nunca antes, huyen de los conflic- tos o emigran en busca de trabajo y me- jores condiciones de vida: tantos viven en la diáspora. Sé que usted ha reflexionado sobre la atención pastoral a los orientales que viven fuera de su propio territorio. Es un tema actual e importante: algunas Iglesias, debido a las migraciones masivas de las últimas décadas, tienen a la mayo- ría de sus fieles viviendo fuera de su te- rritorio tradicional, donde la atención pastoral suele ser deficiente por falta de sacerdotes, instalaciones y conocimientos adecuados. Así, los que ya han tenido que abandonar su tierra corren el riesgo de verse privados también de su identi- dad religiosa; y con el paso de las gene- raciones, se pierde el patrimonio espiri- tual de Oriente, una riqueza ineludible para la Iglesia católica. Agradezco a las diócesis latinas que acogen a los fieles orientales y respetan sus tradiciones; invi- to a que se ocupen de ellos, para que es- tos hermanos y hermanas puedan mante- ner vivos y en buen estado sus ritos. Y animo al Dicasterio a trabajar en este as- pecto, definiendo también principios y normas que ayuden a los pastores latinos a apoyar a los católicos orientales en la diáspora. Gracias por cuanto puedan ha- cer.
Y gracias por su presencia. Por favor, les pido que recen por mí. Gracias.
   


















































































   4   5   6   7   8