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 domingo 14 de julio de 2024 L’OSSERVATORE ROMANO página 7
 A la ROACO el Pontífice denuncia la brutalidad de la guerra donde viven los católicos orientales “Iglesias mártires” plagadas por conflictos y violencias
 «Muchas Iglesias orienta-
les están aplastadas por
una pesada cruz y se han
convertido en "Iglesias
mártires"... Tantas comuni-
dades orientales están heri-
das y sangran a causa de
los conflictos y la violencia
que sufren». Lo dijo el Pa-
pa a los participantes en la
sesión plenaria de la ROA-
CO (Riunione Opere Aiuto
Chiese Orientali), a quie-
nes recibió en audiencia en
la mañana del jueves 27
de junio, en la Sala Cle-
mentina, como conclusión de los trabajos iniciados el lunes 24 en Roma en la Curia General de la Compañía de Jesús. A continuación su discurso.
¡Queridos amigos!
Les doy la bienvenida, encantado de en- contrarme con ustedes al final de su se- sión plenaria. Saludo al cardenal Guge- rotti, a los demás superiores del dicaste- rio, a los funcionarios y a los miembros de los organismos que componen su asamblea.
Miro a ustedes y con la mirada de mi co- razón pienso en las Iglesias orientales. Son Iglesias que deben ser amadas: cus- todian tradiciones espirituales y sapien- ciales únicas, y tienen tanto que decirnos sobre la vida cristiana, la sinodalidad y la liturgia; piensen en los Primeros Padres, en los Concilios, en el monacato: tesoros inestimables para la Iglesia. Entre las Iglesias orientales se encuentran las que están en plena comunión con el sucesor del apóstol Pedro. Enriquecen la comu- nión católica con la grandeza de su histo- ria y su peculiaridad.
Pero esta belleza está herida. Muchas Iglesias orientales están aplastadas por una pesada cruz y se han convertido en "Iglesias mártires": llevan en sí mismas los estigmas de Cristo. Sí, al igual que la car- ne del Señor fue atravesada por los clavos y la lanza, tantas comunidades orientales están heridas y sangran a causa de los conflictos y la violencia que sufren. Pen- semos en algunos de los lugares donde
moran: Tierra Santa, Ucrania; Siria, Líba- no, todo Oriente Medio; el Cáucaso y Ti- gray: allí mismo, donde vive una gran parte de los católicos orientales, las bar- baridades de la guerra se ensañan de for- ma atroz.
Y nosotros, hermanos y hermanas, no po- demos permanecer indiferentes. El após- tol Pablo puso por escrito la recomenda- ción que recibió de los demás apóstoles de acordarse de los más necesitados entre los cristianos (cf. Gal 2,10); y él mismo instó a la solidaridad con ellos (cf. 2 Cor
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Fomentar la reconciliacion y la fraternidad
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sión eclesial y sobrenatural de su misión, y no tanto en sus fuerzas. ¡Esta es una bella experiencia de conversión sinodal! Esta misma confianza le permite también aco- ger, sin complicación, la responsabilidad que el obispo posee al interior de la comuni- dad. El resultado de este ejercicio sinodal y comunional no sólo son las rosas que apare- cen frente a todos, no sólo es la imagen mi- lagrosa impresa en la tilma del santo, sino el inicio de un proceso de reconciliación fra- terna entre pueblos enemistados. Proceso nunca perfecto, pero que ayudó sin dudas al nacimiento de una nueva realidad en Amé- rica Latina. En otras palabras, la sinodali- dad ad intra da frutos de fraternidad ad ex- tra.
Este es el estilo inspirador que la CAL debe propiciar en toda la región latinoamericana y, cuando se requiera, aún más allá de ella. Inspirar, no imponer. Inspirar, motivar y provocar la libertad para que cada realidad eclesial y social disciernan su propio cami- no, siguiendo también las mociones del Es- píritu, en comunión con la Iglesia universal. ¡La CAL debe construir puentes de reconci- liación, de inclusión, de fraternidad! ¡Puen- tes que permitan que el «caminar juntos»
no sea una mera expresión retórica sino una experiencia pastoral auténtica!
Finalmente quisiera recordarles que esta- mos ya cercanos al Jubileo ordinario del año 2025. En la bula Spes non confundit he anotado: «Por medio de Juan Diego, la Madre de Dios hacía llegar un revoluciona- rio mensaje de esperanza que aún hoy repite a todos los peregrinos y a los fieles: «¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?». Un mensaje similar se graba en los corazones en tantos santuarios marianos esparcidos por el mundo, metas de numerosos peregrinos, que confían a la Madre de Dios sus preocu- paciones, sus dolores y sus esperanzas. Que en este Año jubilar los santuarios sean luga- res santos de acogida y espacios privilegia- dos para generar esperanza» (n. 24). Confío en que todos los miembros de la CAL partici- parán activamente invitando al pueblo de Dios a peregrinar y anunciar el mensaje de esperanza que toda la región está urgida en escuchar y redescubrir.
Que Santa María de Guadalupe, «Madre del verdaderísimo Dios por Quién se vive» (Nican mopohua, 26), nos sostenga y nos anime a perseverar en el esfuerzo conjunto por hacer de la Iglesia una comunidad cada vez más al estilo de Jesús. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
 

































































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