Tolerancia
La tolerancia es la armonía en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México desde el 18 de noviembre de 2022. En 1993 se consagra como religioso agustino recoleto y realiza sus estudios de filosofía y teología; ordenado sacerdote el 31 de julio de 1999.
La tolerancia es una de las actitudes que sanean a las democracias. Las instituciones civiles y religiosas saben que esta actitud regula los diferentes pensamientos que existen en la calle y no deja de ser un pulmón para la sana convivencia.
La Unesco en la Declaración de Principios sobre la Tolerancia (1995) afirma que consiste en el respeto, aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. Una persona tolerante fomenta el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia es la armonía en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. Por medio de la tolerancia es posible la paz en nuestro país. Cuando la rigidez se impone a la tolerancia comienza las diferencias violentas que con frecuencia son provocadas por ideologías. Este tipo de tolerancia es la que rompe la armonía en la sociedad.
Una conducta tolerante implica un discernimiento individual para respetar y aceptar las diferencias raciales, políticas, sexuales y sociales de los demás. Asimismo, la tolerancia se encuentra estrechamente ligada al deber que tiene toda persona de respetar los derechos humanos de las otras personas. El derecho a la libertad e igualdad y la prohibición de la discriminación son derechos humanos reconocidos expresamente en tratados internacionales de los que México es parte, por lo que es necesario el fomento del respeto a todos, como parte de la cultura, en un proceso de aprendizaje e interiorización del respeto a todas las creencias por toda la población. El deber que tenemos de respetar los derechos de los demás no le resta responsabilidades al Estado, en el sentido de ser el garante y responsable último de la protección de los derechos humanos.
No podemos tolerar cualquier insulto a una autoridad civil, a un migrante, a cualquier persona, y mucho menos a un indigente. Tampoco podemos reunirnos y desacralizar los símbolos, signos y espiritualidades de cualquier creyente. Nuestra posición como seguidores de Jesús es siempre respetar, comprender y mirar con ternura al otro especialmente al que vive en situación de vulnerabilidad. Grandes artistas y escritores han sabido recoger pasajes del evangelio y transmitirlos de manera creativa para llevarnos a un mundo en donde la tolerancia es una de las bases para vivir en fraternidad y así obtener la paz.
Como dice el artículo 4.2 de la Declaración de principios sobre la Tolerancia: “La educación para la tolerancia ha de considerarse un imperativo urgente; por eso es necesario fomentar métodos sistemáticos y racionales de enseñanza de la tolerancia que aborden los motivos culturales, sociales, económicos, políticos y religiosos de la intolerancia, es decir, las raíces principales de la violencia y la exclusión. Las políticas y los programas educativos deben contribuir al desarrollo del entendimiento, la solidaridad y la tolerancia entre las personas, y entre los grupos étnicos, sociales, culturales, religiosos y lingüísticos, así como entre las naciones”.
La mayor casa de estudios del país ha permitido una exposición que muestra una falta de respeto a los símbolos sagrados, especialmente a los referentes a la Iglesia católica. Invertir en una educación para la paz favorece a toda la población mostrar a tantos hermanos nuestros como se puede lugar por la paz colaborando en la construcción de un tejido social roto y poco tolerante a los elementos religiosos.
Desde la página de Atención y orientación a solicitudes de intervención por presuntas conductas discriminatorias podemos denunciar estas prácticas poco tolerantes que ofenden a todos los creyentes y especialmente a los católicos: https://solicitudpcd.copred.cdmx.gob.mx/
Los laicos en la vida pública del país son los que verdaderamente tienen que levantar la voz apoyados por la vida consagrada, sacerdotes y obispos. El laicado de nuestro país tiene una fuerza que va más allá de las fronteras y no se cierra en nacionalismos de otro tiempo, en ideologías ni en creencias nostálgicas que llevan a la mundanidad espiritual. Ellos son la fuerza que ayudan en Cáritas, a los migrantes que apoyan a las personas que trabajan por la dignidad humana.
De manera invisible y siempre fieles al papa Francisco. Los laicos también se han levantado desde la máxima casa de estudios para poner una línea a este proceso de intolerancia invasiva que se encuentra en las aulas de la universidad pública y que impide mejorar varios aspectos de la educación universitaria invirtiendo más en exposiciones que busquen reflexionar sobre la Verdad y la belleza con tolerancia y diálogo algo en la que la UNAM puede invertir mucho más para mejorar su clima universitario que lleve a la paz y a la protección de los más vulnerables. Cuando quiera dialogamos con tolerancia y respeto licenciado Leonardo Lomelí Vanegas, rector de la UNAM.