Papa Francisco agradece a sacerdotes sus lágrimas de dolor, que son como “aguas santas”

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Papa: El cristiano verdadero se expone, sale de su seguridad

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Vatican News

“Se no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. Es un reproche que, en el pasaje evangélico del día, Jesús dirige al funcionario del rey que sale a su encuentro en Galilea para pedirle que le cure a su hijo enfermo. La gente sabía que Jesús había hecho ya tantos milagros. Y Jesús parece perder la paciencia porque considera que el prodigio es lo único que cuenta para ellos. A lo que el Papa Francisco comentó:

“¿Dónde está su fe?”. Ver un milagro, un prodigio y decir: ‘Pero, Tú tienes poder, Tú eres Dios’. Sí, es un acto de fe, pero pequeñito. Porque es evidente que este hombre tiene un poder fuerte; pero allí comienza la fe, pero después debe ir adelante. ¿Dónde está tu deseo de Dios? Porque la fe es esto: tener el deseo de encontrar a Dios, de encontrarlo, de estar con Él, de ser feliz con Él.

El Señor nos invita a la verdadera alegría

¿Y cuál es más bien el gran milagro que realiza el Señor? Lo explica la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías dijo Francisco: “He aquí, yo creo nuevos cielos y nueva tierra. Se gozará y se gozará siempre, de lo que estoy a punto de crear”. El Señor atrae nuestro deseo a la alegría de estar con Él.

“Cuando el Señor pasa por nuestra vida y hace un milagro en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros sabe lo que el Señor ha hecho en su vida, allí no termina todo: ésta es la invitación a ir adelante, a seguir caminando, “busquen el rostro de Dios”, dice el Salmo; busquen esta alegría”.



Cristianos aparcados

Por lo tanto, el milagro es sólo el inicio y el Papa Bergoglio se preguntó qué pensaría Jesús de los tantos cristianos que se detienen allí, ante la primera gracia recibida, esos que no caminan y que se comportan como uno que, en el restaurante, se sacia con el antipasto y regresa a su casa ignorando que lo mejor venía después:

“Porque hay tantos cristianos detenidos, que no caminan; cristianos arenados en las cosas de cada día  – ¡buenos, buenos! – pero que no crecen, permanecen pequeños. Cristianos aparcados: se estacionan. Cristianos enjaulados que no saben volar con el sueño hacia esta cosa bella a la que el Señor nos llama.

El verdadero cristiano se expone

El Papa prosiguió diciendo que hay una pregunta que cada uno de nosotros puede hacerse: “¿Cómo es mi deseo? (…) ¿Busco al Señor así? ¿O tengo miedo, soy mediocre? (…) ¿Cuál es la medida de mi deseo? ¿El antipasto o todo el banquete?”

Y concluyó afirmando: “Custodiar el propio deseo, no acomodarse demasiado, ir un poco adelante, arriesgar. El cristiano verdadero se expone, sale de su seguridad”.





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