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COLUMNA

Trigo y cizaña

Católicos y masones: distancias

Para la masonería Dios es el Gran Arquitecto del Universo, pero niega que Jesús es engendrado y no creado, de la misma naturaleza del Padre

29 agosto, 2024
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Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital 

Un sacerdote católico no puede dar la absolución sacramental a un masón que pida la Confesión y se niegue a renunciar a la masonería. Por más que insistan algunos masones en que se puede ser católico y pertenecer a una logia, la realidad es que ambas visiones del mundo y de Dios son inconciliables. La masonería ofrece a sus miembros la adquisición de un crecimiento personal completo, un conocimiento interno y externo a los iniciados y que dice terminar siendo benéfico para la sociedad. Si es así, ¿por qué son incompatibles el catolicismo y la masonería.

Primero, la idea de Dios
Para los masones, está dictada por la razón, mientras que para los católicos está dada por la Revelación de Dios en Jesucristo. Para la masonería Dios es el Gran Arquitecto del Universo, pero niega que Jesús es engendrado y no creado, de la misma naturaleza del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, que se encarnó y que habló a todos los hombres para ofrecerles la salvación. Los masones ven a Jesús como un iniciado –algunos dicen que Jesús fue el primer masón– pero no como el Hijo Unigénito del Padre.

Segundo, los misterios
La masonería estudia “misterios” que son revelados sólo a unos cuantos iniciados que van alcanzando grados superiores de conocimiento de esos enigmas. El católico, por el contrario, conoce el Gran Misterio que estaba oculto durante siglos y que fue revelado en la plenitud de los tiempos, cuando el Verbo se hizo hombre. Ese Gran Misterio no es para unos cuantos, sino para toda la humanidad: el hombre es inmensamente amado por Dios y está llamado a participar, en Cristo, en la misma vida divina aquí en la tierra y en la eternidad.

Tercero, la fraternidad
La fraternidad de la masonería viene de los ideales de la Revolución Francesa: es la idea genérica de ser hermanos sólo porque somos de la misma raza humana. Ser hermanos para los católicos, en cambio, es reconocer primero la fuente de la fraternidad que es Dios Padre, quien entregó a su Hijo Jesucristo para hacernos hijos en el Hijo. Cristo comparte su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía donde todos formamos un sólo cuerpo unidos a Cristo, nuestra Cabeza, y nos alimentamos de Él. Es en su Sacrificio eucarístico donde se realiza la verdadera fraternidad de la Iglesia.

Cuarto, hacer el bien
La caridad cristiana es diversa de la filantropía masónica. Esta se basa –dicen los masones– en hacer el bien, pero, ¿qué bien? Para ellos no existe una moral basada en la ley natural y los Diez Mandamientos. De hecho la promoción del aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario son de inspiración masónica. Ellos fundamentan su obrar en el relativismo moral y doctrinal. Para los católicos, en cambio, la caridad está inspirada por el mandamiento del amor a Cristo: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado” (Jn 13,34), y es Cristo mismo quien vive en sus hermanos: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40).

Espanto mundial: ¿virus del mono?
Una nueva historia de terror es lanzada por la OMS: la posible epidemia del virus del mono que viene del Congo. Como profetas de desventuras, noticieros y periódicos del mundo anuncian que se acerca a nuestras ciudades el infame virus que ha cobrado la vida a 450 personas en África central. ¡Sálvese quien pueda! Por supuesto que ya está preparada la vacuna que las farmacéuticas tienen a la venta.

No soy médico, pero prefiero creer a algunos expertos en el campo de la medicina como el doctor Peter McCullough, que a la misma OMS y a las farmacéuticas. McCullough afirma que “El clado 1 del virus, la cepa actual, se está propagando a través de trabajadores sexuales y, en gran medida, hombres homosexuales o bisexuales con contacto sexual intensivo”. Su opinión coincide con la de la misma OMS, que admite que la nueva cepa del virus, “clado 1b”, se está propagando principalmente a través del contacto sexual. Explicó además que el virus “puede ser mortal si lo contrae una persona con enfermedad de VIH avanzada y en un país con una atención sanitaria muy deficiente como el Congo”.

Evitemos el pánico por la nueva posible “epidemia” de la viruela del mono. Existen enfermedades infecciosas mucho más graves y extendidas como la hepatitis C y la tuberculosis que causan cada una un millón y medio de muertes cada año en todo el mundo. Se estima que diariamente fallecen en el mundo 4,400 personas por tuberculosis. Sin embargo ahora los medios y las farmacéuticas se centran en una enfermedad rarísima para infundir miedo a la gente. El objetivo es despojar al mundo de paz, de alegría y de esperanza. Ante la manipulación mediática sobre esta viruela no perdamos el optimismo radical que nos caracteriza como cristianos.


Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital