Oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro para pedirle ayuda
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro nos ayuda en momentos de en momentos de dificultades, enfermedad o peligro.
Hacer una oración a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una manera de encomendarle a ella nuestras preocupaciones, para que ella interceda por nosotros ante Dios nuestro Señor.
¿Cómo inició la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro?
La devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro tiene sus orígenes en el siglo XV en la isla de Creta, donde se cree que la imagen fue pintada por un artista desconocido. La imagen muestra a la Virgen María con una estrella en su frente, que simboliza su virginidad, y al niño Jesús, quien está vestido con una túnica roja, representando su futura pasión y muerte.
En 1866, el Papa Pío IX confió la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro a los padres Redentoristas, una congregación religiosa fundada en Italia. Desde entonces, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha extendido por todo el mundo y es especialmente popular en muchos países de habla hispana.
Datos curiosos de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
¿Qué se le puede pedir?
La advocación de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es invocada por los fieles en busca de ayuda y protección en diversas situaciones de la vida, especialmente en momentos de dificultades, enfermedad o peligro. Se le atribuyen numerosos milagros y se la considera una madre compasiva y auxiliadora.
¿Cuándo es la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro?
La fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es el 27 de junio, día en la que se congregan miles de devotos para expresar su fe y gratitud.
A continuación te compartimos una oración de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Oración
Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme la gracia de que pueda siempre
invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del
que muere. Ah María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu
nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame,
Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas
mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: María,
María, Madre Mía.
Oh qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con
sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía. Bendigo y doy gracias a Dios
que te ha dado para bien nuestro ese nombre tan dulce, tan amable y bello. Mas
no me contento con pronunciar tu bendito nombre, quiero pronunciarlo con amor,
quiero que el amor me recuerde que siempre debo acudir a ti, Madre del Perpetuo
Socorro.
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