¿Cómo pedir la intercesión de un santo sin caer en supersticiones?

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COLUMNA

La voz del Obispo

Una peregrinación jubilar por México

Dios es el único que puede hacer posible que nuestro ambiente político cambie, pero necesita de políticos dispuestos a cambiar también

1 julio, 2025

Hace unas semanas me tocó vivir una experiencia muy especial, peregrinar a Roma con un grupo de políticos mexicanos para vivir el Jubileo juntos con el Papa. Eran más de 90, de todos los niveles de gobierno y de cuatro partidos distintos. Todos eran católicos y decidieron responder a la convocación que les hizo la Iglesia para reflexionar sobre la esperanza que Jesús nos trajo.

Quiero compartirles lo grande que estuvo Dios con nosotros. Durante cinco días pudimos peregrinar a lugares santos, celebrar la misa, tener momentos de diálogo, de oración y de encuentro. Celebramos juntos con el Papa León la fiesta de Corpus Christi y pasamos juntos la Puerta Santa.

Durante estos días pude dialogar con muchos de ellos, escuchar sus inquietudes, responder sus dudas, animarlos a renovar su vocación política e incluso reconciliarlos con Dios.

La vocación del político tiene su fundamento en la voluntad de Dios de que todos caminemos juntos hacia nuestra plenitud, hacia el Cielo. Por tal motivo, para cumplir con su vocación, han de respetar la dignidad de todo ser humano; ser solidarios con quien lo necesita, especialmente los que menos voz tienen o más necesidades presentan; impulsar los dones de los demás de manera subsidiaria, y finalmente ayudar para que todos realicen con plenitud la vocación para la que fuimos creados.

¿Pero cómo hacer esto en un mundo donde nos han inculcado que quien piensa distinto es tu enemigo? ¿Cómo construir consensos cuando el diálogo no es bien visto? ¿Cómo vivir una vocación política cuando la polarización, el egoísmo y los anhelos de venganza guían las decisiones de los legisladores y gobernantes?

Nadie puede construir el México que merecemos, el país que anhelamos y necesitamos para vivir todo en plenitud, privilegiando a unos y declarando enemigos a otros. Hace falta que nuestra visión cambie, que nuestra actitud cambie. La mejor política es aquella que tiene un corazón abierto para todos; aquella que reconoce que solo juntos construiremos el mejor México; que si bien las elecciones les dan la autoridad a unos, esta autoridad no es para imponer su visión sino para liderear el diálogo que nos enriquezca a todos.

Terminamos este viaje con muchos encuentros vividos, con diálogos que parecían imposibles; con sueños renovados y con un corazón dispuesto a encontrar con más compromiso nuestras coincidencias en lugar de exacerbar nuestras diferencias.

Dios es el único que puede hacer posible que nuestro ambiente político cambie, pero necesita de políticos dispuestos a cambiar también. Su gracia supone la naturaleza y su Espíritu mueve los corazones de quienes se dejan mover por Él.

En lo personal regresé con la esperanza renovada y la confianza puesta en Nuestra Madre Santísima; ella, quien unión a una nación en momentos de una gran crisis cultural, nos ayude a recuperar el México que todos soñamos, un México justo, libre, pacífico y abierto al desarrollo de todos los mexicanos y no sólo de unos cuantos.