¿Cómo podemos defender el derecho a la vida?
De nada sirve criticar si no ofrecemos acompañamiento y esperanza a quienes buscan el aborto.
“Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decirles a otros que no se maten?” (Madre Teresa, Discurso al recibir el premio Nobel de la paz, 1979)
El dilema
Cuando una mujer queda embarazada por violencia, cuando su vida está en peligro por causa del embarazo, sea por una enfermedad o sea por amenazas de su ambiente, es para algunos lógico pensar que la solución está en acabar con el embarazo, es decir, abortar. Sin embargo, cuando optan por esta supuesta solución, enfrentan dos dilemas: primero, hay otra vida de por medio, la vida del concebido, no nacido; segundo, el mismo aborto significa un segundo acto de violencia contra la mujer.
En la búsqueda de evitar que los no nacidos sean asesinados y las mujeres fueran violentadas doblemente, las leyes tipificaron el aborto como un delito; no para criminalizar a la mujer, sino sobre todo, para criminalizar a quienes habiendo violentado una vez a la mujer, las obligaban a abortar. De hecho, hasta junio del 2021, de las 107 personas presas por este delito en México, 103 son varones y 4 mujeres.
Ciertamente hay un dilema a resolver: ¿cómo acompañar a la mujer embarazada que está en una situación de violencia o desesperación, sin violentar el derecho a la vida del ya concebido?
“La solución” de la Suprema Corte
Los ministros de la Corte decidieron esta semana que es inconstitucional imponer una pena de prisión a la mujer y/o personas gestantes por el aborto voluntariamente procurado. Lo que más llama la atención son las razones que ofrecen los ministros: “es inconstitucional el vulnerar derechos de las mujeres y/o personas gestantes, entre ellos el derecho a decidir y su salud sexual y reproductiva”.
Además, los ministros declararon que es inconstitucional establecer plazos para el aborto en caso de violación, inseminación o implementaciones indebidas, malformaciones congénitas, o salud de la mujer.
Por ultimo, los ministros de la Suprema Corte, dictaron que las entidades federativas no tienen facultad para defender el Derecho a la vida desde la concepción. Una vez más llama la atención los criterios que dan: porque el derecho del concebido “violenta los derechos de las mujeres a decidir, sus derechos sexuales y reproductivos y libre desarrollo de su personalidad”.
La invitación de la Iglesia
Para los católicos no hay duda que las dos vidas, la de la madre y la del concebido, todavía no nacido, son vidas que Dios ha regalado a este mundo, y por lo tanto, no podemos buscar la solución en la eliminación de una de las dos.
Por ello en el comunicado “A favor de la mujer y de la vida” de la Conferencia episcopal mexicana, compartido el 8 de septiembre de 2021, se hace una seria invitación al diálogo a todos los involucrados en la búsqueda de una solución que no descarte a unos para defender la dignidad de otros. No se puede fundar el “derecho a decidir” de una mujer (que por cierto no tiene fundamento constitucional), en la pérdida del “derecho a vivir” de una persona ya concebida y viva.
Los obispos reconocemos que “la cárcel no es una solución a la problemática de la mujer que aborta y más bien puede ocasionar su revictimización”; y no ignoramos que muchas mujeres “son víctimas de actos criminales o se encuentran en situación de vulnerabilidad, desamparo o abandono”.
Pero nos negamos a aceptar que la solución sea la pérdida de la vida del no nacido y el engañoso camino del aborto que se presenta como una “puerta falsa” a la libertad y la vida plena de la mujer.
Tenemos que ser mejores como sociedad y como Iglesia, urge multiplicar los esfuerzos por acompañar a estas mujeres que ante la angustia, la violencia y el rechazo de muchos, desesperadas buscan el falso camino del aborto como solución.
De nada sirve criticar si no ofrecemos caminos concretos de acompañamiento y esperanza. Por lo menos, valdría la pena conocer y promover aquellas iniciativas, que hoy ya ofrecen los medios necesarios para que las mujeres construyan un proyecto de vida digno a partir de su situación de embarazo. Todos tenemos una tarea que cumplir en esta misión de defender la vida, sobre todo ahora que pareciera que las leyes mexicanas han renunciado a defender “las dos vidas”.