11 actitudes que favorecen la vida de oración
Para orar es necesario creer y convencerse de que a Dios le interesa entrar en comunión con nosotros y, por lo tanto, quiere dejarse encontrar.
En el artículo de agosto, compartí algunas reflexiones sobre la oración y su importancia en la vida cristiana. Hoy nos detenemos a considerar las actitudes interiores que se precisan para ir madurando en la vida de oración.
Cuando se comprende y se experimenta la necesidad de crecer en el camino de la oración, se corre el riesgo de pensar que adquiriendo algunas «técnicas» o «métodos de oración» puede alcanzarse la madurez deseada.
Sin embargo, no es así, pues la oración es, en primer lugar, don de Dios derramado sobre los bautizados a través del Espíritu Santo. Este don requiere nuestra respuesta personal, la cual se manifiesta cultivando algunas actitudes espirituales que nos ayudan a disponernos para el encuentro con Dios en la oración:
1. Fe y apertura a la presencia de Dios
La oración es por excelencia un acto de fe: fe en la existencia y en la presencia en nosotros del Dios vivo y verdadero que se nos ha revelado en Jesucristo. Sin fe la oración es impensable e imposible.
2. Espíritu filial
Para orar es fundamental sabernos y experimentarnos hijos de Dios. La experiencia filial da fundamento y horizontes a la oración, y al mismo tiempo, ésta permite a la experiencia filial crecer en claridad y conciencia.
3. Confianza en que Dios quiere encontrarse con nosotros a través de la oración
Para orar es necesario creer y convencerse de que a Dios le interesa entrar en comunión con nosotros y, por lo tanto, quiere dejarse encontrar, aún cuando en ciertas ocasiones nos bendiga con sus aparentes silencios y ausencias para ayudarnos a madurar en la relación con él.
4. Deseo sincero de encontrarnos con Dios
En la oración, el deseo de Dios, la sed de Dios, resulta fundamental. Para orar es necesario querer orar.
5. Humildad
«La humildad es la base de la oración»1, base que nos capacita para acoger el don gratuito de la oración, reconociéndonos necesitados de Dios e incapaces de acceder a él por nuestras solas fuerzas.
6. Confianza y abandono en Dios
Orar significa confiarle la propia vida a Dios, reconociéndolo como el único capaz de dar sentido y unidad a la totalidad de nuestra vida.
7. Silencio
A través de la oración nos disponemos para escuchar a nuestro Creador y Señor. Precisamente por eso necesitamos cultivar en nosotros el silencio exterior e interior, puesto que «Si nuestro interior es siempre ruidoso y agitado, la […] voz del Espíritu Santo tendrá muchas dificultades para hacerse oír»2.
8. Recogimiento
«El Espíritu de Dios es un espíritu de paz, habla y actúa en la paz, nunca en la inquietud y en la agitación, pues Dios no suele manifestarse en el estrépito, sino en la serenidad y la paz.
9. Deseo de encontrar la voluntad de Dios y apertura para realizarla
La verdadera oración nos impulsa a buscar, hallar y hacer la voluntad de Dios.
10. Paciencia, perseverancia y fortaleza
Orar es vital, pero no es fácil, pues tiene sus exigencias, sobre todo cuando se desvanecen los estados emotivos agradables que muchas veces acompañan el inicio del camino de la oración.
11. Sentido de Iglesia
Al orar, el cristiano nunca está solo: se encuentra con Cristo, en comunión con él, pero también con la Iglesia, en comunión con los hermanos”. La oración cristiana nunca es intimista, ni autoreferencial, sino que nos abre siempre a nuestro prójimo, en particular al Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia.
1 CEC, 2559.
2 J. PHILIPPE, En la escuela del Espíritu Santo, Rialp, Madrid 2006, 37
Mons. Luis Manuel Pérez Raygoza es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.
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