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COLUMNA

Trigo y cizaña

La casa de los famosos

Hurgar en vidas ajenas es malgastar el tiempo. Mucho tenemos que hacer para arreglar nuestras propias almas y remar hacia nuestro destino eterno.

17 agosto, 2023
La casa de los famosos
Eduardo Hayen Cuarón
POR:
Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital 

Del 4 de junio al 13 de agosto millones de mexicanos estuvieron pegados a la televisión observando cómo se desarrollaba la vida algunas celebridades en una casa. El programa producido por Televisa se llamó La casa de los famosos. Este tipo de espectáculos iniciaron hace décadas con Cámara escondida, y cobraron mayor popularidad con Big Brother en los 90. El atractivo consiste en espiar la vida de otras personas para ver qué hacen, cómo interactúan, reaccionan y resuelven situaciones de conflicto, y qué conversan entre ellos. Los reality shows o telerrealidad son un éxito en todos los países del mundo. ¿A qué se debe esto?

Los reality tienen guión
La mayoría de los espectadores se sienten cautivados por ver lo que sucede en esa “vida cotidiana” dentro de una casa o escenario donde los participantes no pueden salir. A primera vista parece que lo que ocurre en esos escenarios se deja a la espontaneidad de los participantes, pero no es así. En realidad existen guiones para crear situaciones que despierten la curiosidad del público. Los participantes no son, por supuesto, escogidos al azar. Un reality con puros hijos de vecino sería un fracaso. Se escogen personas con ciertas características físicas, psicológicas y culturales que pueda apreciar el público. Deben ser atractivos, populares, juveniles, desinhibidos y dispuestos a mostrar, sin tapujos, cuestiones personales íntimas.

Voyerismo
El público televidente sigue los pormenores de lo que sucede dentro de la casa. Incluso llegan a contratar canales especiales para ver las 24 horas del día. Psicólogos dicen que este afán obsesivo por espiar la vida íntima de otras personas se llama voyerismo. El voyerista o mirón disfruta observando no sólo situaciones de la intimidad erótica de otras personas, sino también situaciones de sufrimiento o desgracia ajena. Hay dos tipos de voyeristas: los fisgones que se sientan ante la pantalla para analizar los comportamientos de los participantes, observar sus defectos y criticarlos; y los que se identifican con uno o varios participantes, se hacen sus fans, disfrutan de tus triunfos y fracasos. Son los que se proyectan en ellos y se ven a sí mismos como parte del programa.

Adicción
La revista Psicology Today enseña que los telespectadores llegan a compenetrarse tanto con estos reality shows que este comportamiento se puede considerar adictivo. El cerebro puede quedar afectado por la producción de neurotransmisores como son las endorfinas. Se puede provocar el efecto de una droga que crea cierta dependencia –no con el poder adictivo que tiene la pornografía– pero sí con cierta sumisión cerebral. El espectador tiene la ilusión de ser parte del programa porque puede votar para expulsar a un participante, lo que le da la fantasía de tener cierto poder. La manipulación psicológica que hacen las televisoras es, pues, bastante efectiva para cautivar a la audiencia.

Trans en el show
Entre los personajes de La casa de los famosos resaltó Wendy Guevara, un hombre vestido de mujer. Él es un influencer que llamó la atención a los televidentes por su personalidad y su historia de superación personal. Ha trabajado en diversas redes sociales como creador de contenido y tiene más de dos millones de seguidores en Instagram y casi dos millones en Tik Tok. Sus fans son mayoritariamente pertenecientes al colectivo LGBT+. En su participación, Guevara habló del abuso sexual a los menores y las trabajadoras sexuales, así como de la discriminación de las personas trans.

¿Por qué colocar a un trans en el concurso que, por cierto, lo ganó? Seguramente se quería que la comunidad LGBT tuviera un representante y el señor Wendy lo fue. Pero hay más de fondo: los medios de comunicación social y las redes son hoy el lugar de la lucha de clases. Las clases explotadas de hoy –LGBT´s, afroamericanos, islámicos, feministas, transexuales y todas minorías a las que les gusta victimizarse– encuentran en las redes y televisoras la ocasión para expresarse, conquistando por la lucha, posiciones de poder. Guevara se ganó la aprobación de la audiencia, nada extraño en una época donde las personas utilizan muy poco la razón y mucho el sentimiento. Tan es así que muchos terminan por salirse de la realidad para vivir en un mundo de espejismos y fábulas al aceptar que un hombre pueda ser una mujer. 

Daño espiritual
Los reality shows no son saludables para la vida espiritual. Al contrario, hacen mucho daño para quienes quieren crecer en su vida interior. El mal radica en que estimulan lo que se llama la concupiscencia de los ojos, es decir, provocan la curiosidad malsana, que es ese deseo inmoderado de ver, saber y oír sobre las vidas ajenas, con todas sus intrigas y secretos. Espiar a los famosos es sólo querer apaciguar la imaginación con asuntos placenteros y nada provechosos.

Decía el padre Jacques Bossuet: “Porque todo eso no es sino intemperancia, enfermedad, desorden del espíritu, sequedad del corazón, desdichado cautiverio que nos quita la libertad de pensar, y fuente de errores”. Hurgar en vidas ajenas es malgastar el tiempo. Mucho tenemos que hacer en la brevedad del tiempo para arreglar nuestras propias almas y remar hacia nuestro destino eterno.

Más articulos del autor: ¿Cómo ayudar a un hijo con depresión?

Los artículos de opinión son responsabilidad del autor.

Texto publicado originalmente en el Blog del padre Hayen.


Autor

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital