Antes de responder a la pregunta: ¿Por qué las novias regalan un ramo de flores a la Virgen María en su boda? Debemos responder algunas otras cuestiones.
En primer lugar, debo decir que me interesó la pregunta porque tiene mucho de fondo y encierra una gran y bella expresión del amor a la Virgen María, a nuestra Madre, en todas sus advocaciones.
Para saber cuáles son las respuesta que ofrece el internet a esta pregunta, revisé varias páginas y me encontré cosas muy “simpáticas”, donde el ramo está más relacionado con el comercio que con la expresión viva de la fe.
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La mayoría de las páginas hablan de una tradición sin indicar a qué tradición se refieren, y en muchos casos hacen del ramo un amuleto o una cábala (ajenas y contrarias a nuestra fe). Todas estas cosas, en lugar de ayudar, desvirtúan lo bello de los símbolos, los vacían del amor que conllevan, y lo que es peor, llenan la mente de telarañas.
El ramo de flores de las novias se ha utilizado de mucho tiempo atrás en varias culturas para expresar la belleza de las dama. A la mujer siempre se le ha asociado con la belleza y, por lo mismo, digna de ser conquistada y amada.
No se debe entender esto como un signo de machismo, sino más bien de respeto y aprecio; es una bella “flor” que hay que apreciar y cuidar en todo su ser, con todos sus atributos, entre ellos, el procrear la vida y acompañar siempre al hijo concebido en su seno: belleza, amor y cuidado.
En sentido positivo, la mujer es el alma del hogar, por todo lo que es y hace; no es un adorno para el hombre.
Por ello, cuando buscamos expresar el amor a una dama, lo primero que nos viene es darle flores; también, a las madres, un gran símbolo de cariño y respeto es darles flores; y en el día del amor y la amistad, también damos flores.
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El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro; no es que Dios los haya hecho “a medias” o “incompletos”, sino que los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser “ayuda” para el otro, porque son a la vez iguales en cuanto a personas (“hueso de mis huesos…”) y complementarios en cuanto masculino y femenino (cf. Mulieris dignitatem, 7).
En el Matrimonio, Dios los une de manera que, formando “una sola carne” (Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra” (Gn 1,28). Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (cf. GS 50,1)”.
En el n. 1601 del Catecismo nos recuerda que “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (CIC can. 1055 §1).
Los signos del Sacramento del Matrimonio son los anillos y las arras, aunque en México hemos introducido también el lazo y la entrega del ramo de la novia a la Virgen, acompañada ya de su esposo (como una cereza en el pastel).
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Respondiendo a la pregunta, la entrega del ramo de la novia a la Virgen María al acabar de celebrar el Matrimonio, es para consagrar su vida matrimonial a la protección y guía de nuestra Madre y Señora; pedirle su intercesión para formar un hogar lleno de amor, a ejemplo de la Santísima Virgen María: gran mujer, gran esposa y gran madre.
En la modernidad y en nuestras costumbres se ha introducido, además de este ramo que la esposa ofrece a los pies de la Virgen María -casi siempre de flores naturales–, otros dos ramos: el de la propia novia, que guarda y atesora en su baúl de los recuerdos, y otro más que lanza sobre las jóvenes solteras en la fiesta banquete.
En particular, este tercer ramo me gusta como un signo festivo; lo que no me gusta y no alcanzo a comprender es la idea de que la mujer que lo atrape será la siguiente en casarse. ¿No es esto una cábala que causa confusión y distorsiona el amor auténtico?
Recuperemos el sentido correcto a la entrega del ramo de flores a la Virgen María, y tengámosla en nuestra vida Matrimonial como la gran intercesora que velará ante su Hijo para que nada falte en el hogar.
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