¿De qué sirvió?
Haber sufrido penurias para después volverse un engreído, más que orgullo, es una pérdida.
Ustedes no saben lo que es buscar la comida en la basura de los tianguis – decía, con tono de orgullo, un hombre de mediana edad, mientras comía con compañeros de trabajo.
Y volvió a contar por enésima vez que cuando era niño, él y sus hermanos iban al mercado a pedir las frutas y verduras que estaban a punto de echarse a perder. Así es -concluyó- tuvimos que comer jitomates aguados, fruta aplastada, pero veme, aquí estoy hoy, pudiéndome dar gustos. Y entonces, para demostrarlo, llamó al mesero y le devolvió el platillo, reclamándole que no sabía bien.
Los otros comensales, en un desacuerdo silencioso con él, pues no notaban nada raro en la comida, buscaron cualquier pretexto para cambiar de tema. Se dice bien que muchas veces no podemos escoger lo que nos pasa, pero siempre podemos escoger cómo reaccionar ante cualquier situación y sobre todo, cual será la influencia de haberla vivido.
Haber sufrido penurias para después volverse un engreído, capaz de rechazar un buen platillo solamente para reafirmar que antes no se podía y ahora sí, más que orgullo, es una pérdida. Por el contrario, encontrar el agradecimiento a raíz de una mejora, nos lleva a superarnos.
Bien vale que cada vez que recordemos lo que hemos vivido, sobre todo aquellos momentos difíciles, reflexionemos en sí esa situación nos llevó a ser mejores o simplemente nos marcó para llevarnos por el camino equivocado. No sea que, al hablar de nuestras penurias, ante la incoherencia, los demás se cuestionen de qué nos sirvió.
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