No perdamos el deseo de hacer el bien
Los que buscan hacer el bien muchas veces van a escuchar más reclamos que alientos, van a ser criticados y, en ocasiones, hasta bloqueados.
Un amigo me compartió que la calle cerrada en la que vive estaba muy descuidada. Desde que él llegó allí sintió la necesidad de hacer algo para cambiar ese triste y sucio aspecto, por eso platicó con sus vecinos sobre la necesidad de unirse entre todos para hacer una jornada de limpieza.
Las ideas no aparecieron y sí los pretextos: Que si la falta de tiempo, que si las ocupaciones, que si es responsabilidad del Gobierno y para eso se pagan impuestos. Mientras tanto, la calle seguía llena de polvo y papeles.
Ante ello consideró que, si los demás no querían participar, eso no lo iba a detener. Por eso, un sábado por la mañana salió con su escoba, sus botes, su recogedor ¡y a barrer! Pasaba el tiempo y parecía que no acababa, pero se empezaron a ver resultados y eso lo motivó a seguir.
Cuando llevaba la mitad, un vecino salió de su casa, subió a su auto, lo arrancó. Al pasar, paró el vehículo y bajó la ventanilla. Mi amigo esperaba escuchar una frase de solidaridad, pero se encontró con un reclamo: “Vecino, échale agüita, estás levantando una polvareda”.
Los que buscan hacer el bien muchas veces van a escuchar más reclamos que alientos, van a ser criticados y, en ocasiones, hasta bloqueados.
Mi amigo me cuenta que después de varios meses de salir cada sábado a barrer, poco a poco se fueron sumando algunos vecinos. Hasta hoy sigue barriendo con regularidad y sí, le echa agüita para no levantar polvo. A pesar de todo, no perdamos el deseo de hacer el bien.
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