León XIV: Jesucristo, Iglesia, mundo
Ya en sus primeras intervenciones, el Papa León XIV va dando señales de por dónde se propone ir en el ministerio que se le ha confiado
HECHOS
Gratísima sorpresa e inesperado regalo del Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo ha sido la elección del cardenal Robert Francis Prevost como nuevo Papa. Casi nadie lo esperaba. Las tendencias de los medios, de las encuestas, de las casas apostadoras y de los que se consideran vaticanólogos, no le tomaban muy en cuenta. Así actúa Dios, que nos favorece con una persona que lleva en su experiencia historias y culturas que lo capacitan para el delicado servicio que se le confía. Norteamericano de nacimiento, pero de corazón peruano por opción, por ello tiene también esta nacionalidad, y con dimensión universal
por los cargos que ha desempeñado en su Orden Agustiniana y en la Curia Vaticano. ¡Bendito sea Dios!
No lo conozco personalmente, pero por los datos que se van conociendo, tuvo amplia aceptación durante el Cónclave y, en general, ha sido bien recibido. Se desvanecen los temores de quienes temían un freno a lo promovido por el Papa Francisco, aunque tiene su propia personalidad, sus matices que le van caracterizando. Quiere ser un puente que una las diferentes formas de vivir la fe en la Iglesia, asumiendo todo lo bueno de los períodos anteriores. Sin embargo, no faltan los inconformes no sólo con el Papa Francisco, sino con los anteriores e incluso con el Concilio Vaticano II.
El Papa Benedicto XVI hizo también varias propuestas para unir a los dispersos, pero muchos de éstos sólo aceptan su propio criterio y no tienen apertura de mente y de corazón para aceptar que no hay una
sola forma de ser la Iglesia de Jesús, como no son idénticos los doce apóstoles. Todos diferentes, pero unidos en el seguimiento de Jesús y en la continuación de su obra.
Ya en sus primeras intervenciones, el Papa León XIV va dando señales de por dónde se propone ir en el ministerio que se le ha confiado. Lo concreto en tres dimensiones: Cristo, Iglesia, Mundo.
ILUMINACION
En relación con la centralidad de Jesucristo, ha dicho: “Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor… Un compromiso irrenunciable para cualquiera que en la Iglesia ejercite un ministerio de autoridad: desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo.
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Con estas palabras Pedro, interrogado por el Maestro junto con los otros discípulos sobre su fe en Él, expresa en síntesis el patrimonio que desde hace dos mil años la Iglesia, a través de la sucesión apostólica, custodia, profundiza y trasmite. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, es decir, el único Salvador y el que nos revela el rostro del Padre. En Él, Dios, para hacerse cercano a los hombres, se ha revelado a nosotros.
Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Es fundamental hacerlo antes de nada en nuestra relación personal con Él, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano. Pero también, como Iglesia, viviendo juntos nuestra pertenencia al Señor y llevando a todos la Buena Noticia. No hay mejor ejemplo que el mismo Jesucristo, a quien entregamos nuestra vida y de quien dependemos. Jesucristo, a quien seguimos, es el Buen Pastor, y es quien nos da la vida: el camino y la verdad y la vida”.
Por dónde quiere que camine la Iglesia, ha expresado: “Me han elegido para ser sucesor de Pedro y caminar junto a ustedes, como Iglesia unida, buscando siempre la paz, la justicia, tratando siempre de trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo, para proclamar el Evangelio, para ser misioneros. Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, el diálogo, siempre abierta a acoger como esta plaza con los brazos abiertos. A todos, a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor. Queremos ser una Iglesia sinodal, una
Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cercana especialmente a los que sufren.
Dios, al llamarme a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones —como los monumentos en los que nos encontramos—, sino por la santidad de sus miembros, de ese «pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz» (1 P 2,9).
En relación con el servicio de la Iglesia al mundo, empezó diciendo: “¡La paz esté con ustedes! Este es el primer saludo del Cristo Resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, alcanzara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que se encuentren, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes! Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente. Dios nos quiere, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz”.
ACCIONES
Tengamos la mente y el corazón abiertos para descubrir por dónde nos lleva Dios, ahora por medio del Papa León XIV. No sólo tengamos curiosidad por lo que dice o hace, sino que procuremos seguir sus propuestas e indicaciones.