Sexualidad y afectividad desde la infancia: lo corporal a la inteligencia artificial (IA)
En tiempos del amor artificial necesitamos más amor y empatía natural; amor real que nace de donar la vida por el otro
Sacerdote de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico. Actualmente cursa estudios doctorales en la Pontificia Academia Alfonsiana de Roma en teología moral. Es Licenciado en Teología Moral por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Maestría en Bioética por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y estudios de investigación en el Edmund D. Pellegrino Center for Clinical Bioethics de Georgetown University en Washington D.C. Graduado de Maestría (MDiv.) en teología por el Centro de Estudios Dominicos del Caribe en Puerto Rico (Bachillerato en teología por la Pontificia Universidad Angelicum de Roma) y Bachillerato en Artes y Humanidades con concentración en filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Ha desempeñado sus labores pastorales como sacerdote en la Arquidiócesis de San Juan como administrador de la parroquia Santa María de los Ángeles, rector interino del Seminario Mayor Arquidiocesano, profesor de filosofía y ética en la Universidad de Central de Bayamón en Puerto Rico, además de ser profesor de teología moral, ha desarrollado actividades de presentador en diversas conferencias en temas de teología moral, bioética, neuroética, neurociencias, ética de la inteligencia artificial y promoción de espacios seguros y protección de menores y personas vulnerables contra los abusos.
Nuestra historia inicia con una trágica escena el 28 de febrero de 2024 cuando Sewell Setzer, de 14 años, decidió no vivir más. ¿Cómo es posible que un adolescente llegara a tomar una decisión que causaría tanto dolor en su familia y comunidad? ¿Cómo nadie advirtió los problemas y sufrimientos internos que Sewell estaba combatiendo? Lo inédito de este caso es que un chatbot de IA de la empresa Character.ai sí lo sabía. A través de esta aplicación, Sewell había creado un personaje digital capaz de imitar a Daenerys Targaryen, la destacada actriz de Game of Thrones, con quien desarrolló un vínculo afectivo en juegos de roles. Con el paso del tiempo, en el corazón y la mente de Sewell se difuminó la diferencia entre lo corporal y lo virtual. Se enamoró.
Seguramente podemos identificar en nuestra vida lo que significa sentir por primera vez las mariposas en el estómago cuando nos enamoramos. Pensamos en esa persona todo el tiempo, y hablar con ella es aún mejor. La adolescencia marca un momento crucial en la vida de todo joven porque es el despertar a un mundo donde la afectividad y la sexualidad emergen con fuerza. Los cambios hormonales y físicos parecen liderar la orquesta, mientras otros instrumentos más sutiles inciden pero no lucen en primera fila. Por ejemplo, el desarrollo cerebral (corteza prefrontal) y las capacidades cognitivas no avanzan al mismo ritmo. Las regiones asociadas a la recompensa maduran antes que las encargadas del control de impulsos, lo cual hace que, cuando somos adolescentes, nuestra conducta sea más arriesgada, menos reflexiva y más orientada al estímulo de recompensa.
Por esta razón, y a raíz de esta historia que puede ser la de cualquier joven de hoy en este mundo digital potenciado por la IA, es necesario reflexionar sobre cómo estamos educando para el amor, la afectividad y la sexualidad a los niños y adolescentes. Ya a temprana edad, entre los 8 y 10 años, están expuestos a todo tipo de contenido en las redes. Es urgente que las nuevas tecnologías incorporen cada vez más algoritmos éticos (algorética); mientras tanto, la familia debe desarrollar espacios seguros donde estos temas como la sexualidad, los deseos, los impulsos, el amor, lo real y lo virtual, puedan ser hablados y comprendidos por los menores con el respeto que merece la sexualidad humana, pero sin el tabú que el mundo digital despierta en los jóvenes, bajo el peligro de suplantar la vida afectiva de los adolescentes.
La sexualidad y la afectividad son un regalo del creador. Yo tengo un cuerpo y a la vez soy mi cuerpo, habito en mi cuerpo. El misterio de la encarnación nos habla de cuánto esto es importante para Dios. Por lo tanto, apreciemos la oportunidad de valorar y respetar el encuentro humano. Enseñemos a nuestros pequeños a reconocer el valor del diálogo, la amistad y el encuentro real. Estemos atentos a la exposición digital de los adolescentes a veces encerrados en su habitación. Preocupémonos por su educación integral para evitar que sean colonizados en el mundo digital. Hay que repensar nuevas formas para hablar de los temas incómodos en familia, pero que probablemente salvarán a muchos de ser ilusionados por lo artificial.
En tiempos del amor artificial necesitamos más amor y empatía natural; amor real que nace de donar la vida por el otro, un amor paciente y bondadoso; que no es egoísta ni jactancioso, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, sino que se goza en la verdad. Todo lo cree, todo lo soporta y todo lo espera. El amor real nunca pasará (1Cor 13).