Llevar a Jesús en las manos, un privilegio
Durante ese tiempo viví distintas situaciones que me hacían más claras las cosas hasta que por fin acepté que mi vocación era servir a Dios desde el laicado.
Hola, mi nombre es Carolina Estrada, y hoy te quiero compartir la manera en que encontré mi vocación. En mi mediana vida, he experimentado y encontrado a Dios en distintos momentos, personas y situaciones. Siempre ha estado muy presente en mi vida desde niña, cuando comencé a asistir al catecismo en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Tuxtla Gutiérrez, con los Misioneros del Espíritu Santo.
Aunque ha habido momentos en los que yo me he cerrado y no he querido oírlo ni mirarlo por la culpa y vergüenza, Su amor misericordioso siempre me ha hecho volver a sus brazos tiernos y amorosos.
Como muchas adolescentes o jóvenes, alguna vez yo también tuve la inquietud por ser religiosa. Lo que me cerraba a ver en aquel momento era que Dios quería otra cosa de mí: vivir mi vocación laical.
En cierta ocasión, participé en una jornada vocacional con las Hijas del Espíritu Santo en la Ciudad de México, y ahí me abrí a escuchar lo que Dios quería de mí, y lo que quería hacer a través de mí. Tuve un acompañamiento con una promotora vocacional, aunque fue un poco complicado porque en mi ciudad no tienen presencia las hermanas; así que tuvimos que hacer uso de la tecnología y así a distancia pudimos lograrlo.
Durante ese tiempo viví distintas situaciones que me hacían más claras las cosas hasta que por fin acepté que mi vocación era servir a Dios desde el laicado. Al principio me sentía triste porque pensaba que entregarse a Dios era ser religiosa consagrada, pero fui entendiendo que me llamaba a servirle como Ministro Extraordinario de la Comunión en la parroquia. ¡Es un apostolado de mucha responsabilidad!
Al principio, no me sentía digna de llevar a Jesús Eucaristía en mis manos. Pero fue a través de los enfermos que visitaba donde pude ver Su rostro, ese rostro que da paz y amor, lleno de misericordia. Fue ahí donde el Espíritu Santo me dio a entender que estaba llamada a servir desde el acompañamiento y escucha. Ahora que ya soy adulta le agradezco mucho porque es mi fuente de vida.
Más artículos de El Llamado de Dios: Mi corazón quiere ser casa para Jesús