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COLUMNA

Cultura Bíblica

Las manifestaciones visibles de la presencia de Dios

Las teofanías manifestaciones visibles de la presencia de Dios no son comunes, una ocurre en el Bautismo de Jesús.

12 enero, 2020
Las manifestaciones visibles de la presencia de Dios
Las manifestaciones de la presencia de Dios

Jesús recibe el Bautismo (Mt 3, 13-17)

En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

El Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo en el Jordán, a manos de Juan Bautista, fue una manifestación de Dios por medio de la voz que se escuchó y que dijo: “éste es mi hijo muy amado, en quien me complazco”, aunada a la aparición de la paloma signo de la presencia del Espíritu Santo.

Las teofanías, es decir, las manifestaciones visibles de la presencia de Dios, no son muy comunes. Dios quiso manifestarse cuando terminó el diluvio universal (Gn 9,11-13) por medio del arcoíris para significar que había hecho una alianza con todos los seres vivientes y nunca repetir la experiencia del diluvio.

En la gran alianza que quiso celebrar con su pueblo en el monte Sinaí-Horeb se dio una serie de manifestaciones divinas que vale la pena recordar. Dios se manifestó por primera vez cuando el pueblo llegó a las faldas del monte (Ex 19,9.16), lo hizo a través de truenos, relámpagos y una densa nube. Así, expresó a su pueblo el deseo de hacer una alianza y acreditó a Moisés como el mediador de la misma, pues solamente él podía subir a la montaña para hablar con Él.

Una vez que Dios expresó los términos esenciales de la alianza conocidos como los diez mandamientos (Ex 20,1-17), se da una segunda teofanía (Ex 20,18) en la cual el pueblo se compromete con Dios a cumplir los términos y se sella con un sacrificio.

Ahora bien, nosotros observamos que en el relato de este día Jesús inicia su vida pública por medio de su Bautismo, el cual no queda en un puro acto humano de reconocimiento de la condición pecadora, sino que se convierte claramente en una teofanía, por tanto, hay cierto paralelismo con el inicio de la Alianza del Sinaí-Horeb.

Ahora no se trata de truenos, relámpagos o una nube, sino de una voz y la paloma. La voz del Cielo acredita a Jesús como hijo amado en quien Dios tiene sus complacencias, así como en la primera alianza Dios acreditó a Moisés como mediador.

A lo largo de la vida de Nuestro Señor Jesucristo hubo varias teofanías más, entre ellas destacan la transfiguración en el monte Tabor, la muerte en la Cruz y sus apariciones como resucitado.

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