El tiempo de la Navidad está marcado por tres festividades: la del 25 de diciembre en que celebramos el Nacimiento del Señor; la fiesta de la Epifaníaen que celebramos su manifestación a los Magos de Oriente y el Bautismo del Señor. Con esta última fiesta concluye el tiempo de Navidad.

De las tres festividades es sólo ésta última la que aparece en todos los evangelios. El Nacimiento del Señor nos lo reporta solamente el evangelista san Lucas (Lc 2,1-20) y la visita de los magos solamente san Mateo (Mt 2,1-12). 

Es muy probable que esto sea así porque los primeros relatos evangelizadores se centraran en el acontecimiento de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor 

Los grupos de personas que se adherían a esta Buena Noticia poco a poco iniciaban en el conocimiento más profundo del Señor.

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La encarnación del Hijo de Dios

Los relatos pusieron el Bautismo por Juan Bautista en el río Jordán como el inicio de la vida y la enseñanza de Jesús, hasta cierto tiempo después fue necesario completar estos conocimientos con una noticia sobre cómo había nacido, cuál había sido su familia más cercana y dónde se había desarrollado 

El tiempo de Navidad es muy importante porque nos lleva a celebrar la encarnación del Hijo de Dios entre nosotros.

Nuestra fe no se basa en doctrinas o desarrollos filosóficos, se basa más bien en la adhesión a la persona de Jesucristo, un hombre que, como el resto de la humanidad, nació, creció y se dio a conocer en un momento determinado de la historia.  

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Del nacimiento a la resurrección

Junto con la celebración de la Pascua cristiana, es decir la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección, la Navidad hace el compendio de los tiempos fuertes del año litúrgico.  

A lo largo de los primeros siglos, la comunidad cristiana debió soportar los embates de corrientes que intentaron negar la humanidad del Señor, sobre todo en el marco de la cultura griega, puesto que para los filósofos griegos la corporeidad era una realidad tan cambiante que implicaba una degradación metafísica impensable en Dios.  

Sin embargo, la Iglesia fue venciendo todas las interpretaciones erróneas sobre la humanidad de Cristo y continúa afirmando que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre en sentido pleno de las palabras.  

La etapa de la historia que nos toca afrontar pretende despersonalizar completamente el sentido de este tiempo de Navidad. Dejar a un lado que celebramos el nacimiento de Dios entre nosotros para dejarnos solamente los valores teóricos de la bondad, la ternura, la solidaridad, entre otros que se consideran positivos y deseables. 

Mons. Salvador Martínez

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