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¿Cuál es la conexión entre santidad y esfuerzo personal?

1 noviembre, 2020
¿Cuál es la conexión entre  santidad y esfuerzo personal?
Jesús con sus discípulos.

Las bienaventuranzas  (Mt 5, 1-12)

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:

“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Comentario

Todos los días primero de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos. El sentido de esta solemnidad es reconocer que en el cielo hay muchísimos más santos que aquellos que han sido declarados santos por la Iglesia, y por tanto la obra de salvación que Dios ha desarrollado por medio de su Hijo Jesucristo es efectiva para otorgar, a todo el que lo acepta, la alegría o gozo eterno.

Es precisamente por esta razón que el día de hoy leemos las ocho bienaventuranzas contenidas en el Evangelio de San Mateo. Jesús inició su sermón de la montaña con estas bienaventuranzas. El resto son normas que el Señor Jesús expresó para que sus discípulos aprendieran a vivir bajo la óptica del Reino de los Cielos.

Las bienaventuranzas no son reglas, ni recomendaciones, son más bien declaraciones que hace el Señor para indicar que quienes se encuentran en una determinada circunstancia, o quienes desarrollan ciertas costumbres, son dichosos.

Esto manifiesta con claridad cuál es el sentido de toda ley, a saber, procurar que las personas, si siguen esas normas, sean dichosas. Pero no se trata de una dicha puramente momentánea o mundana, la verdadera felicidad es una cualidad de vida que solamente Dios puede otorgar al ser humano, la santidad de vida no es un asunto natural, sino un asunto ‘sobre natural’.

Dios, desde el Antiguo Testamento, dijo a su pueblo: “sean santos porque yo, el Señor, soy santo” (Lv 19,2). A partir de esto muchos han dicho que los santos cristianos son los “héroes” de la Iglesia, pero esto no es del todo cierto.



Los santos son aquellos que han permitido a Dios hacer de ellos una obra maestra de humanidad, nadie es santo nada más porque se esforzó mucho por portarse bien. En el camino de la santidad es más importante la docilidad a Dios que la autoafirmación, por este motivo Jesús llama dichosos a los que lloran, que es un signo de debilidad o sufrimiento, declara dichosos a los mansos y a los misericordiosos.

Para concluir, la santidad es una cualidad sobrenatural de la existencia en la que Dios nos llama a ser plenamente dichosos, pero esto conlleva una vida de docilidad a los criterios del Reino de los Cielos, escuchar y poner en práctica lo que Dios nos pide a lo largo de la vida.

 

*Mons. Salvador Martínez Ávila es Rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.

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