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COLUMNA

Convicciones

Una conversación con Javier Campos y Joaquín Mora, los jesuitas asesinados

La Compañía de Jesús regresa a la Tarahumara en 1900 y ahí sigue. La relación entre la comunidad rarámuri y los jesuitas es histórica. Son más de cuatrocientos años.

19 junio, 2023
Una conversación con Javier Campos y Joaquín Mora, los jesuitas asesinados
Los padres jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora asesinados en Cerocahui. (Foto: Especial)
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Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

Mañana 20 de junio se cumple el primer año del asesinato de los padres jesuitas Javier Campos (1943-2022) y Joaquin Mora (1941-2022) a manos de José Noriel Portillo, El Chueco.

El 15 de julio de 2021 mi familia y yo cenamos en Cerocahui, municipio de Urique, en la Sierra Tarahumara, con los cuatros jesuitas de la comunidad que está a cargo de la parroquia de San Francisco Javier y de otras cuarenta poblaciones de la zona.

En esa ocasión invité a los padres a cenar al hotel en el que nos quedabamos, pero Joaquín me dijo que mejor lo hiceramos en su comunidad. La cena fue en la cocina de su casa y él cocinó.

Para mi familia y para mi fue una gran experiencia oirlos hablar de su trabajo en la sierra, sobre la cultura y la lengua rarámuri, la presencia del narcotráfico y el papel del Ejército y la Guardia Nacional.

Al día siguiente muy temprano hice notas de esa conversación para que no se me olvidara. Al año de su muerte las comparto. Todas son afirmaciones que los jesuitas hicieron en la cena. Las recojo de manera textual. La mayoría provienen de lo que expresó el padre Campos. Estas son:

El control de la Sierra Tarahumara se lo disputan el Cártel del Pacífico y La Línea. El Cártel Jalisco Nueva Generación ha intentado entrar en diversas ocasiones y formas, pero ha sido rechazado.

La sierra está bajo el control del crimen organizado, quien impone a las autoridades municipales que quiere. Su poder ha estado siempre presente, pero ha crecido en éste gobierno.

Los criminales respetan a los jesuitas y el trabajo pastoral que desarrollan. Los dejan hacer. Con frecuencia solicitan sus servicios para bautismos, quince años, matrimonios y defunciones.

Los jesuitas ejercen su ministerio de manera abierta y al servicio de todos sin exclusión alguna. Los criminales saben que así es y lo aceptan. Asumen que ellos no distinguen entre cárteles.

Señalan —dando algunos ejemplos para sostener lo que han vivido a lo largo de décadas— que los oficiales del Ejército suelen ser prepotentes y arbitrarios, con las comunidades y con ellos.

De los criminales siempre reciben buen trato y solo ha habido algún problema cuando éstos están borrachos o drogados, cosa que no es común.

El cultivo de la marihuana con el proceso creciente de legalización en Estados Unidos ha dejado de ser rentable. Ahora se cultiva en pequeña escala.



La actividad económica en la que ahora ha incursionado el crimen organizado es la tala ilegal de los bosques. De manera arbitraria y violenta desalojan a los indígenas y los despojan de sus tierras. Quien se resiste es eliminado.

Hay evidencia contundente de que en la sierra la Guardia Nacional (GN), de diversas formas, protege a los criminales. Es muy claro que en el trasiego de la madera la GN va por delante.

En el tiempo de éste gobierno el crimen organizado se ha expandido y consolidado en la Sierra Tarahumara. Los padres saben que no es un fenómeno exclusivo de esta región del país.

Señalan que en la sierra nadie puede generar la cantidad de trabajo que genera el crimen organizado, ni tampoco pagar los salarios que este ofrece.

El crimen organizado aprovecha que el actual gobierno se ha replegado y cedido terreno para ampliar su radio de acción.

Han pasado dos años de esta conversación y uno de la muerte de los padres. Lo que dicen no solo sigue presente sino que ahora es peor.

Un criminal drogado les quitó la vida, ahora está muerto, pero el crimen organizado, en acuerdo con autoridades militares y civiles, expande su poder en la sierra.

Dede 1619 los jesuitas están en la Sierra Tarahumara, cuando el portugués Pedro Mendes llegó a Chínipas, muy cerca de los límites con la hoy Sonora.

En 1767, el rey expulsa a los jesuitas de la Nueva España a causa de la política de los Borbones. En 1770 un Papa suprime a los jesuitas; y en 1814 otro Papa los restituye.

La Compañía de Jesús regresa a la Tarahumara en 1900 y ahí sigue. La relación entre la comunidad rarámuri y los jesuitas es histórica. Son más de cuatrocientos años.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.




Autor

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político. 

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