Diálogo Nacional por la Paz
La Agenda Nacional de Paz es una propuesta poderosa, que hace evidente que los problemas de inseguridad y violencia tienen solución.
Del 21 al 23 de septiembre se celebró en el sede de la la Universidad Iberoamericana de Puebla, el Dialógo Nacional por la Paz, organizado por la Conferencia del Epsicopado Mexicano, la Confederación de Superiores Mayores de México, la Dimensión Episcopal para los Laicos y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
En el evento se reunieron más de 1300 personas entre las que se encontraban: obispos, líderes religiones, representantes del gobierno, de organizaciones de la sociedad civil, de los campesinos, de los trabajadores, de los empresarios, del mundo de la academia y la investigación, de los medios de comunicación, de las víctimas y de las familias de víctimas de la violencia.
Esta iniciativa se nutre de los Conversatorios por la Paz que se realizaron en las parroquias, colegios, centros comunitarios y de las conclusiones de los Foros Justicia y Seguridad que tuvieron lugar en universidades y centros sociales del país, con la intención de construir una Agenda Nacional de Paz para articular iniciativas locales de paz.
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Los organizadores plantearon que el objetivo central del encuentro era “generar un espacio de diálogo plural e incluyente en torno a la seguridad y la construcción de paz”. Los participantes en las distintas instancia y tiempos del proceso son conscientes que la inseguridad, la violencia y la ausencia de paz constituye algunos de los problemas más graves que ahora tiene el país.
El país está inmerso en la polarización y la confrontación social y los espacios de diálogo brillan por su ausencia. En el marco de esa dolorosa realidad el que la Iglesia, a través de distintas de sus expresiones, a lo largo de más de un año, de manera discreta, haya impulsado desde la base un proceso de diálogo en torno a la seguridad y la paz merece todo tipo de reconocimientos.
Se realizaron cientos de reuniones en todas las diócesis del país. Ha sido un intenso y callado proceso de abajo hacia arriba. El encuentro de Puebla socializa y pone sobre la mesa, como materia del diálogo, el resultado de eso proceso, que se recoge en el documento Agenda Nacional de Paz, que tiene 110 páginas y se divide en tres grandes partes.
La primera, ¿En dónde estamos?, es una diagnóstico de la realidad social del país desde la perspectiva de la inseguridad y la violencia que implica el estado que guardan las comunidades, las instituciones responsables de la seguridad en los tres niveles de gobierno, el sistema de justicia y el sistema penitenciario.
La segunda, ¿A dónde queremos ir?, propone, con detención, los cambios que deben de ocurrir en la vida de las comunidades, en las instituciones responsables de la seguridad en los tres niveles de gobierno, en el sistema de justicia y en el sistema penitenciario. Son propuestas realistas, que pueden ser asumidas e implementadas. Se requiere, sí, la voluntad política de los actores para que las cosas sucedan.
La tercera, La ruta que debemos seguir, a manera de una guía la acción se propone, la ruta de actividades que deben ser implementadas para resolver el problema de la inseguridad y regresar al camino de la paz. Hay un plan para las comunidades, para las las instituciones responsables de la seguridad en los tres niveles de gobierno, para el sistema de justicia y para el sistema penitenciario.
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El proceso todo del Diálogo Nacional por la Paz, que culmina en esta etapa, la del diagnóstico y la construcción de la ruta a seguir, muestra la potencia que tiene el diálogo como instrumento, para comprender los fenómenos sociales y para trazar rutas, producto del acuerdo, que conduzcan, no sin dificultades, a la solución de los problemas.
La Agenda Nacional de Paz es una propuesta poderosa, que hace evidente que los problemas de inseguridad y violencia tienen solución y que el regreso a la ansiada paz es posible. Implica, eso sí, la acción, no solo el mirar los problemas. Y el actuar supone un compromiso con la transformación de la realidad, para hacerla mejor.
Los artículos de opinión son responsabilidad del autor.
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