La defensa de México comienza aquí mismo
Debemos estar muy preocupados por lo que no dicen ni hacen nuestras autoridades frente al gravísimo problema de inseguridad
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Muchas preocupaciones se han expresado en nuestro país por las medidas políticas tomadas por el nuevo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, que nos afectan directamente. Ha dirigido sus ataques principalmente en dos frentes: Contra los delincuentes dedicados al narcotráfico y muchos otros ilícitos y, por otra parte, contra la creciente migración que cruza por nuestras fronteras hacia el país vecino. Más todavía, ha declarado “terroristas” a los grupos criminales que dominan impunemente nuestro territorio.
La respuesta inmediata de toda la clase política mexicana, comenzando por quien preside el poder ejecutivo ha sido un llamado a la unidad para defender nuestra soberanía nacional. Se trata de una respuesta totalmente desenfocada de la realidad, el verdadero problema de la pérdida de soberanía lo tenemos aquí mismo, con el dominio que ejercen los delincuentes amenazando a la población de mil formas: con la producción y trafico de drogas, con el dominio de territorios enteros donde imponen sus leyes extorsionando a los productores del campo, a los comerciantes en las ciudades, a los transportistas en las carreteras, desapareciendo a nuestros jóvenes para reclutarlos como sicarios.
Después de seis años de un gobierno que abandonó su responsabilidad de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos con su absurda estrategia de “abrazos no balazos” con la que se convirtió en el hazme reír en México y en el mundo, los resultados están a la vista: han adquirido tal poder los delincuentes que se dan el lujo de poner o quitar desde presidentes municipales hasta gobernadores en una gran parte del país, sin olvidar que en el mismo congreso de la Unión están encubiertos, ya sea entre los diputados o senadores, muchos políticos impuestos por el crimen organizado, quienes en las últimas elecciones trabajaron abiertamente en favor del partido gobiernista, provocando un fraude electoral que ha puesto en riesgo nuestra democracia.
La verdadera pregunta a la que debe responder la titular del Poder Ejecutivo es esta: ¿Unidad para defendernos de quién? Al enemigo lo tenemos en casa y desafortunadamente el Estado Mexicano ha sido indolente, incapaz y hasta cómplice en alguna medida para que este problema no solo no se solucione sino que crezca hasta el punto de que se ha convertido en un problema internacional.
Más que preocuparnos por lo que pueda decir o hacer un gobernante de otro país, debemos estar muy preocupados por lo que no dicen ni hacen nuestras autoridades frente al gravísimo problema de inseguridad que padecemos todos los ciudadanos en nuestro propio país.
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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.