¿Por qué Jesús cuando habla del Reino de los Cielos como un tesoro?
"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 'El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo'"
Parábola del tesoro escondido (Mt 13, 44-52)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.
¿Han entendido todo esto?’’ Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.
¿A qué se refiere Jesús cuando habla del Reino como un tesoro?
San Agustín, Obispo de Hipona, es uno de los padres de la Iglesia que reflexionaba sobre cómo Dios nos atrae hacia su Reino. Y la forma en que lo hace concuerda mucho con las parábolas donde Jesús, Nuestro Señor, compara el Reino con un tesoro escondido en un campo y con la perla preciosa. Según san Agustín, Dios nos atrae a su reino motivando nuestro apetito. Él habla de algo comparable a cuando alguien quiere atraer a un niño y le ofrece nueces, el niño irá gustoso.
Así pues, Jesús, en el Evangelio de este día, nos habla de un tesoro. Los tesoros pueden evocar muy diversas imágenes desde los más comunes arcones llenos de monedas de oro, hasta los más delicados cofres con piedras preciosas, pero no faltaría alguien que hablara de una colección de discos de música clásica como el mejor tesoro imaginable.
Por supuesto que el acento que pone el Señor en la parábola está en que el Reino provoca una adhesión tal que lo más importante es conseguirlo, aunque se venda todo los demás. No importa perder cosas que hasta aquel momento habían sido consideradas valiosas. La parábola del coleccionista de perlas es todavía más específica al remarcar que él vende todo el resto de perlas que poseía con tal de conseguir aquella que descubrió.
¿Podríamos entonces pensar que la opción por el Reino de los Cielos está emparentada con el cumplimiento del primer mandamiento de la Ley de Moisés, a saber: “amaras a Dios sobre todas las cosas”?
Por supuesto que tiene que ver sobre todo porque el reinado de Dios en nosotros y en toda la creación no es la añadidura de un dominio mundano. Nadie dentro o fuera de la comunidad cristiana podría adjudicarse ser el propietario del Reino de Dios. Así pues, poner en el punto máximo de nuestro amor a Dios es lo mismo que ir a vender todo con tal de adquirir ese tesoro escondido.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Basílica de Guadalupe
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