Evangelio y lecturas de la Misa del domingo 4 de agosto 2024
Jesús les dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed”.
Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 4 de agosto 2024. ¡Conócelas!
Lecturas y Evangelio del 4 de agosto de 2024
- Primera Lectura: del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15.
- Salmo: 77.
- Segunda Lectura: de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24.
- Evangelio del día: Evangelio según San Juan 6, 24-35.
Primera Lectura
Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15
En aquellos días, en el desierto, comenzaron todos a murmurar contra Moisés y Aarón, y les decían: “¡Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas de carne, y comíamos hasta hartarnos; pero vosotros nos habéis traído al desierto para matarnos a todos de hambre”.
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Voy a hacer que os llueva comida del cielo. La gente saldrá a diario a recoger únicamente lo necesario para el día. Quiero ver quién obedece mis instrucciones y quién no”.
Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo: “He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles: «Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios»”.
Aquella misma tarde llegaron codornices, las cuales llenaron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Después que el rocío se hubo evaporado, algo muy fino, parecido a la escarcha, quedó sobre la superficie del desierto.
Los israelitas, no sabiendo qué era aquello, al verlo se decían unos a otros: “¿Y esto qué es?”.
Moisés les dijo: “Éste es el pan que el Señor os da como alimento”.
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo 77
R/. El Señor les dio un trigo celeste.
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder. R/.
Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste. R/.
Y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24.
En el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos. Pero vosotros no conocisteis a Cristo para vivir de ese modo, si es que realmente oísteis acerca de él; esto es, si de Jesús aprendisteis en qué consiste la verdad. En cuanto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos de vuestra vieja naturaleza, que está corrompida por los malos deseos engañosos. Debéis renovaros en vuestra mente y en vuestro espíritu, y revestiros de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios y que se manifiesta en una vida recta y pura, fundada en la verdad.
Palabra de Dios
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 24-35
En aquel tiempo, al no ver allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en busca suya a Cafarnaún.
Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a Jesús y le preguntaron: “¿Maestro, cuándo has venido aquí?”.
Jesús les dijo: “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él”.
Le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?”.
Jesús les contestó: “La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado”.
“¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: «Dios les dio a comer pan del cielo»”.
Jesús les contestó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo”.
Ellos le pidieron: “Señor, danos siempre ese pan”.
Y Jesús les dijo: “Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed”.
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio: Ascenso eucarístico
El camino que lleva de la multiplicación de los panes al discurso eucarístico de Jesús es un ascenso. Se sube desde la experiencia material del hambre y la necesidad de pan hasta la revelación de la comunión que Jesús quiere realizar con sus discípulos comunicándose como pan de la vida. Desde lo más evidente e inmediato hasta lo más profundo y trascendente.
No es un camino sencillo. Está, en realidad, lleno de trampas, porque fácilmente nos dejamos atrapar por los escaños inferiores de la satisfacción. El Señor lo sabe, y por eso acompaña a los seguidores en un proceso de descubrimiento y asombro. Ellos ya han experimentado el gozo de comer, cuando se habían encontrado con hambre. Y habían recibido una ración abundante, cuando aquello parecía imposible. Dios ciertamente está con nosotros en las pequeñas necesidades, y quiere mostrarnos su disposición para saciarnos. Pero también corremos el peligro de estacionarnos en ese nivel. Ver a Dios como quien habrá de saciar el orden básico de la existencia, sin descubrir que existen otros niveles y que él desea conducirnos hasta los más elevados.
El horizonte es la vida eterna. Que significa, en la tierra, la comunión con Dios a través de su Hijo Jesucristo. Y después, en el último día, la resurrección, la condición definitiva en la gloria del mismo Señor. La relación que se establece con el Señor es de confianza, de aprendizaje, de crecimiento. De familiaridad y de intimidad profunda. De amistad. Y todo ello requiere tiempo. El tiempo de atravesar circunstancias diversas, despertando en cada caso a una presencia y una eficacia que no siempre nos resultan evidentes.
La bondad divina establece signos. Signos que podemos comparar, para ir reconociendo el ascenso. Ya Dios había dado en el desierto al pueblo el pan del cielo. Jesús emplea la analogía para mostrar la continuidad de la acción providente del Señor. La nueva experiencia que Jesús suscitaba les permitía una relectura de las antiguas vivencias de Israel, y les abría una realidad inesperada y decisiva. La saciedad plena a partir de la fe en Él. Para ello nos dejaría la Eucaristía, verificación de lo que ya había explicado y adelanto en el presente de lo que quiere convidarnos para siempre.
El ascenso continúa. En cada aprendizaje de la Palabra, en cada gesto de caridad, en cada comunión. Y nos eleva, si nos abrimos a las sorpresas de Dios, hasta la vida eterna. Que ya ha comenzado. Que llegará a su plenitud.
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