Una mirada al origen
Lo que une y justifica la libertad es la fe. En nuestro caso, la fe católica. ¡Qué lejos estamos de nuestros orígenes!
Cuando uno vuelve a leer Los sentimientos de la nación, surge con insistencia una pregunta: ¿por qué México no vuelve a sus orígenes? El documento —considerada la primera Constitución de América— consta de 23 puntos escritos por el cura José María Morelos la noche anterior al inicio del primer Congreso de Anáhuac (en Chilpancingo, 1813).
En el documento, el “Siervo de la Nación” dejó en claro dos cosas: que la América (es decir, México) es libre e independiente no solo de España, sino de cualquier otra Nación, Gobierno o Monarquía “y que así se sancione, dando al mundo razones”; y que “la Religión Católica sea la única, sin tolerancia de otra”.
En la carta primera de nuestra Patria hay, pues, un deseo de libertad responsable y una genuina reflexión sobre aquello que nos une. La libertad no se otorga ni se arrebata. La independencia es una lucha constante de unidad frente a la dispersión y al ninguneo externo. Además (algo que se nos olvida con demasiada frecuencia), que la religión católica está en nuestro ADN.
En el punto 19 de Los sentimientos de la Nación (¿incluirá su conocimiento el bodrio de Plan Educativo del Gobierno actual?), Morelos condensa el anhelo de los mexicanos al declarar Ley que el 12 de diciembre sea fiesta nacional dedicada a “la patrona de nuestra Libertad, María Santísima de Guadalupe”.
Llegó Morena y se robó a la Virgen. La convirtió en “símbolo”. Pero un símbolo no une. Separa. Tampoco libera ni da razones de independencia. Morelos lo supo. Lo que une y justifica la libertad es la fe. En nuestro caso, la fe católica. ¡Qué lejos estamos de nuestros orígenes!