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COLUMNA

Columna invitada

Para facilitar el perdón… ¡y seguir adelante con más ánimo!

En cualquier matrimonio y en cualquier familia hay necesariamente roces, desencuentros, tensiones, desilusiones… ¡y mucho amor, para superarlas!

27 marzo, 2023

Grandiosos, pero frágiles

Los seres humanos somos limitados, muy limitados.

Grandiosos (todos, pues todos somos personas), pero limitados, frágiles y, en ocasiones, mezquinos (al menos, yo).

Por eso, cualquier relación humana, sobre todo si se trata de una relación cercana y de larga duración, lleva consigo desencuentros y conflictos de más o menos envergadura.

Y el matrimonio es sin duda la relación más íntima y la de más largo recorrido, pues está destinado a ir creciendo durante toda la vida.

Conclusión: necesariamente, en cualquier matrimonio, habrá roces, pequeños y no tan pequeños conflictos, momentos de desánimo e incluso de desesperanza, tensiones, discusiones…

Dos maravillosas manifestaciones de amor

Como consecuencia, las dos más necesarias y probablemente mayores manifestaciones de amor son:

  • Perdonar: siempre que la otra persona o no haya sido consciente del daño que nos ha hecho o esté sinceramente arrepentida (mejor aún que perdonar, adelantarse a pedir perdón… incluso cuando estemos convencidos de que la “culpa” es del otro).
  • Pedir ayuda: siempre que advirtamos que no tenemos la fuerza suficiente para seguir haciendo crecer el amor recíproco entre nosotros (los cónyuges) o el amor hacia los hijos.

Pedir perdón (también perdonar, como es obvio) y pedir ayuda son tal vez las dos más grandes pruebas de amor: en el matrimonio, en la familia… y en cualquier tipo de convivencia humana.

Para perdonar más fácilmente: distingue y vencerás

Para conservar e incrementar la armonía conyugal y familiar, para facilitar el perdón e incluso para disminuir el número de veces en las que uno/a se siente ofendido/a, es imprescindible distinguir entre “diferencias”, “limitaciones” y “defectos”… y actuar en consecuencia.

Impresiona advertir hasta qué extremo el aprender a distinguir estas tres realidades y obrar teniéndolo en cuenta:

  • facilita el pedir perdón;
  • hace mucho más sencillo otorgar ese perdón;
  • promueve el amor entre los cónyuges y entre todos los componentes de la familia.

Distinguir entre defectos, limitaciones y diferencias hace más sencillo el perdonar y el pedir perdón y promueve y desarrolla el amor entre los miembros de la familia.

El peligro de no distinguir…

Lo que suelen tener en común las diferencias, las limitaciones y los defectos —de nuestro cónyuge y de nuestros hijos, pongo por caso— es que nos molestan.

  • Y, como nos molestan, de manera no siempre consciente, tendemos a meter los tres (diferencias, limitaciones y defectos) en el mismo saco: el de los defectos, que debemos corregir, movidos por el amor hacia el cónyuge o los hijos (al menos, así lo creemos).
  • Y hacemos la vida imposible a quienes nos rodean, en nuestro matrimonio y en el conjunto de nuestro hogar, que acaba transformándose en un auténtico campo de batalla.

Al considerarlos todos como defectos, sentimos el deber de corregirlos y generamos tensión a nuestro alrededor.

Tres realidades diversas

Distingamos, pues:

a) Diferencias

Cada persona es única e irrepetible, diferente de todas las demás.

Lo somos nosotros mismos, pero también nuestro cónyuge y cada uno de nuestros hijos.

Esta variedad es buena y contribuye poderosamente a la riqueza de lo humano.

Por eso, aunque a menudo las diferencias nos molesten, tenemos que amarlas y fomentarlas, pues nadie puede desarrollarse y extraer su mejor versión sino siendo bien a fondo quien es y está llamado a ser.

Las diferencias hay que amarlas y fomentarlas.

b) Limitaciones

Son propias del ser humano, de todos y cada uno. No a todos se nos dan bien las matemáticas, o la literatura, o el deporte, o la música…

Y no pasa nada. Una limitación es la simple ausencia de algo que no es imprescindible para el desarrollo y la plenitud personales.

Hay que conocer las limitaciones (las propias, las del cónyuge y las de los hijos) para no pedirnos o pedirles lo que no podemos o no pueden dar, orientarnos y orientarlos por otro camino… ¡y centrar toda nuestra atención en las cualidades, que sí se pueden y deben desarrollarse!

Las limitaciones hay que conocerlas… y prestarles el mínimo de atención posible.

c) Defectos

El defecto no es una simple ausencia, sino la privación de algo que  resulta necesario para el desarrollo personal.

Desde otra perspectiva, un defecto es algo que daña a quien lo tiene, porque también perjudica a quienes lo rodean.

Tres pasos, cuasi cronológicos, en relación con los defectos:

1) Amar a la persona con sus defectos (son parte integrante de ella);

2) ayudar amablemente a luchar por superarlos (a luchar, no necesariamente a vencer, porque eso no siempre está en manos de quien los sufre);

3) sentir ternura cuando, luchando, no se logran eliminar: no olvidemos que, por su propia naturaleza, un defecto es algo muy difícil de superar, que puede acompañarnos toda la vida.

Hemos de amar a las personas con sus defectos, ayudarles a luchar contra ellos y sentir ternura si, luchando, no logran vencerlos.

Vale la pena

Si no aprendemos a distinguir entre diferencias, limitaciones y defectos, convertiremos nuestro matrimonio y nuestro hogar en un campo de batalla, en una especie de infierno, donde será muy difícil vivir, convivir, querernos, desarrollarnos, perdonarnos… ¡y ser felices!

Una auténtica pena porque, sin demasiado esfuerzo, metiendo un poco la cabeza y el corazón, y dedicando algo de tiempo a reflexionar con calma, podríamos cambiar radicalmente ese panorama.

Distinguir entre diferencias, limitaciones y defectos no es difícil… y puede hacer que mejore notablemente la armonía de nuestro matrimonio y de nuestra familia.

Visita: www.edufamilia.com