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Regalar dinero no sirve de nada

18 noviembre, 2018

El Barón de Humboldt decía que no hay otro país como México, en donde el contraste entre la riqueza y la pobreza sea más pavoroso.

‘Pavoroso’, decía él, y eso, en cierto modo, existe hoy día. Vayan ustedes a Chiapas o vayan a la Mixteca y verán que sí existe. Ha habido en México campañas para abatir la pobreza, sobre todo la pobreza extrema, pero no se ha logrado.

Yo siempre recito esos versos tan bellos de López Velarde, en Suave Patria: “tu casa todavía es tan grande (tu territorio mutilado, mutilado por los vecinos), que el tren va por la vía como aguinaldo de juguetería”.

Este territorio tan grande podría dar para comer a todo mundo. Sin embargo, hay radicales diferencias. Aplicado al mundo indígena, no nos podemos quedar con la sola imagen de la escritura maya, de las esculturas, del cero, de los códices o los monumentos. No.

Eso es verdad y ayuda a que nos admiremos y a que los respetemos, pero vamos a dar entrada a otra parte terrible. Josué de Castro, brasileño, escribió un libro importantísimo (Política del Hambre), en el que hace una tipificación de casos de hambre, de miseria y de pobreza, y muchos de esos casos los vemos en México.

¿Qué pasó en el siglo XIX y en el XX? En el Siglo XX, en México, los gobiernos liberales quisieron suprimir los poderes eclesiásticos frente al poder civil. Secularizaron el poder civil, los cementerios y la educación. Y suprimieron la propiedad comunal.

En tiempos de Porfirio Díaz, don Justo Sierra, que era ministro de Instrucción y Justicia, en varios congresos –tengo las citas exactas- dijo: dificultan muchísimo la unidad nacional los dialectos de los indios. Que se acaben sus dialectos, hay que hacer que México no tenga más que una lengua, el español.

Fue otro golpe al hígado a las comunidades indígenas. Porque les quitó otro baluarte: la vida comunitaria y también su lengua. La lengua, como dice Miguel de Unamuno, es la patria.



El indígena empieza a ver que le están sacando el alma. No es sino hasta fecha reciente que una reforma constitucional dice que el ser de México se funda en la raíz de los pueblos indígenas, de repente descubrimos que había sol.

Tienen su alimentación y todavía su lengua, aunque muy amenazada, centenares, de hecho, que están en riesgo de desaparecer.

El dinero que se regala no sirve para nada. Yo pienso que lo que tenemos que dar es la posibilidad de que las comunidades indígenas no pierdan sus lenguas ni su sentido comunitario y eso se puede lograr.

Estamos ante un reto, queremos que nuestros hermanos indígenas superen la miseria. No les regales billetes, se los gastan y no servirá de nada. Regálales la posibilidad de conservar sus valores, de enriquecerse con la verdadera riqueza, que es la educación. Yo creo que ese es un reto que puede ser su salida.

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*Miguel León-Portilla es filósofo e historiador.





Autor

Miguel León-Portilla es filósofo e historiador. 

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