La democracia es una prioridad nacional
Cuando un pueblo no defiende oportunamente sus instituciones, después puede ser demasiado tarde y complicado recuperarlas.
Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.
Nos hemos llenado de una serie de noticias superficiales que surgen todos los días de la improductiva conferencia de prensa que da el Presidente de la República por las mañanas. Habría que añadir que se trata de un foro marcado por ataques infundados contra quienes llama genéricamente “mis adversarios”, que no son otros que ciudadanos pensantes o críticos ante los continuos errores y desatinos del actual gobierno mexicano. No hablemos de las mentiras que se repiten y propalan continuamente y que están debidamente contabilizadas por algunas organizaciones de la sociedad civil.
Esta situación nos distrae de asuntos verdaderamente importantes como la autonomía y la fortaleza de las instituciones que garantizan la democracia de nuestro país. No se trata de un asunto menor o simplemente coyuntural sino de trascendencia para el futuro del Estado mexicano. Los continuos ataques que ha recibido de parte del Ejecutivo el Instituto Nacional Electoral (INE), son una amenaza a nuestra naciente democracia, primero con una Reforma Constitucional altamente regresiva que afortunadamente se logró detener gracias a una gran manifestación ciudadana en noviembre del año pasado en toda la República y, después, por la intervención de los partidos políticos de oposición en la Cámara de Diputados.
Nuevamente se insiste en la desestructuración y debilitamiento de esta institución ciudadana, ahora con una serie de Leyes claramente anticonstitucionales, que pretenden aprobar mediante la mayoría de diputados del partido del gobierno, quienes no están pensando en el bien de México y en su futuro democrático, sino en sus intereses por retener el poder a toda costa, aun sabiendo que no han sabido gobernar para todos los mexicanos.
Nuevamente es el momento de la ciudadanía para manifestarse públicamente con el fin de expresar su repudio a estas medidas que pueden condicionar el desarrollo y la paz social de México. Cuando un pueblo no defiende oportunamente sus instituciones, después puede ser demasiado tarde y complicado recuperarlas.
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*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.