¡Fue mano!
Los bautizados debemos ejercitarnos en el día a día con acciones concretas que nos lleven a ejercitar nuestra capacidad de saludar, de dar las gracias, de ofrecer disculpas para resignificar nuestra realidad y aprender de los demás.
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
Esta es una frase que de inmediato nos refiere al futbol, a un área de la cancha, a la violación del reglamento por usarla, a la posibilidad de un duelo entre quien pateará un balón y quien intentará detenerlo o desviarlo para evitar el gol.
Cuando en una jugada en el área, la trayectoria del balón es desviada intencionalmente con la mano, todos al unísono clamamos: ¡fue mano!; de inmediato las miradas van hacia el árbitro para ver si apunta hacia el manchón de penal abriendo la inminente posibilidad de un gol que hará del tirador un héroe o si el portero lo evita, éste será la sensación.
La ventaja la tiene el tirador, ya que las estadísticas indican que 3 de cada 4 tiros se convierten en gol, entonces ¿por qué fallan los jugadores profesionales que son considerados los mejores del mundo? ¿qué tanto influye la presión de “ser un goleador”? ¿es acaso el azaroso vuelo del portero que “adivinó” la trayectoria? ¿o el estrés acumulado que hace que el balón vaya a las manos de los aficionados en las gradas?
Han sido cientos de disparos, de ensayos de penal a lo largo de su carrera, podría meterla con los ojos cerrados allí “donde las arañas hacen su nido” dijera el Perro Bermúdez; el tirador debe optar por dejarse llevar por la intuición, por esa razón práctica, operativa, la misma que usa al manejar un auto, cepillarse los dientes o subir una escalera. O bien, pensarla y dejar que imágenes, emociones y la presión del momento invadan su mirada resultando en un gol deseado pero no anotado.
De la misma manera, los bautizados debemos ejercitarnos en el día a día con acciones concretas que nos lleven a ejercitar nuestra capacidad de saludar, de dar las gracias, de ofrecer disculpas, de escuchar atentos, de observar el momento, de cultivar la interioridad para resignificar nuestra realidad y aprender de los demás.
Nadie sabe el día y la hora en que tengamos que enfrentarnos a una situación crítica, que implique “echar mano” de esos recursos que fueron convirtiéndose en hábitos. Será el momento de actuar, y extremadamente rápido, dejándose llevar por la razón práctica, por la intuición, por la gracia que viene de la mano del Señor.
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