Me impresionó mucho ver en las redes y noticieros, cómo Su Santidad el Papa Francisco a pesar de estar hospitalizado y con la salud quebrantada, no perdió tiempo para vivir las obras de misericordia en el mismo hospital en que se encontraba. Las imágenes del Papa visitando a los niños enfermos de cáncer, o consolando a los papás que acababan de perder a su hija, nos dan una gran lección y llenan el corazón de compasión y de ternura.
Quizá en esta Semana Santa podamos vivirla acompañando a Jesús en el camino al calvario, no solo asistiendo a los Oficios; también a través de nuestros hermanos que sufren, que necesitan una palabra de aliento, una oración y un poco de nosotros mismos para compartir su cruz.
No es fácil mirar a los demás cuando estamos sumergidos en nuestros propios problemas, en nuestros miedos y necesidades; pero el dolor quizá tocó la puerta de otro, que puede ser un ser querido, o un vecino. No será suficiente compadecerlo, porque necesita de nuestra compasión, solidaridad y empatía, así como tampoco será suficiente horrorizarnos de lo sucedido a los migrantes que en Ciudad Juárez perdieron la vida, si no somos capaces de escuchar y mirar a los ojos al migrante que nos pide ayuda y conmiseración.
Estos días santos Jesús nos brinda la oportunidad de salir de nosotros mismos, de ser mejores cristianos, y de vivir la caridad profundamente, como lo hizo Él, que en el camino del Calvario consoló a las mujeres, y en la Cruz prometió la vida eterna al ladrón.
La pedagogía de Jesucristo es la pedagogía de la ternura, que nos ve con ojos de misericordia y nos corrige siempre con amor. Cuando estemos en presencia de Dios la pregunta no será: ¿Eres de izquierda o de derecha?” sino “¿Cuánto has amado?”.
Consuelo Mendoza
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