Circulan en redes videos que afirman que un laico que toca la Hostia con la mano, comete sacrilegio y se condenará. Y como en esta pandemia obispos y sacerdotes han pedido que se dé la Comunión en la mano, pues creen que hay menos riesgo de contagio que darla en la boca, esos videos han alarmado a muchos fieles que, en lugar de alegrarse de que por fin pueden otra vez acudir a Misa y comulgar, se sienten agobiados porque les dicen que cometen un grave pecado aceptando recibir la Comunión en la mano.
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Con ellos en mente conviene hacer la siguiente aclaración:
Es verdad que comulgar en la boca es la norma en la Iglesia y el modo preferible pues hay menos riesgo de que se cometa sacrilegio (como recibir la Comunión en manos sucias o que queden en manos y dedos partículas del Cuerpo de Cristo y caigan al suelo, o que alguien se lleve la Hostia para profanarla). También es verdad, como muestran los videos, que Benedicto XVI prohibió que en Misas en la plaza de san Pedro se distribuyera la Comunión en la mano, pero lo hizo porque supo que había turistas que recibían la Hostia sin saber qué era, y la guardaban de ‘recuerdo’; nunca dijo que dicha prohibición se debiera a que considerara ‘indignas’ las manos de los laicos.
No olvidemos que Jesús a nadie consideró indigno. Tocó al leproso (ver Mc 1, 40-41), a la suegra de Simón (siendo mujer y enferma no debía ni acercársele), la tomó de la mano y la levantó (ver Mc 1, 30-31). Y no regañó, sino sanó a la hemorroísa que se acercó oculta a tocarle el manto (ver Mc 5, 25-34).
Nuestro cuerpo fue creado por Dios a Su imagen y semejanza. ¿Cómo vamos a creer que a Jesús le repugnemos?, ¿que considere nuestras manos indignas de tocarlo?
Y ¿por qué pensamos que sólo la lengua es digna? Tal vez recibe la Comunión una lengua que ha chismorreado, criticado, se ha burlado despiadadamente de alguien. Y quizá recibe la Comunión una mano que acarició a un anciano, atendió a un enfermo, hizo obras de caridad. ¿No es digna también?
He visto fieles arrodillarse a recibir con toda reverencia la Comunión en la mano y orar luego devotamente, y gente que comulga en la boca con la lengua todavía pintada por el chicle que mascó o lo que consumió antes o durante la Misa, es decir: no respetó el ayuno eucarístico.
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También suele suceder que recibe la Comunión una lengua que ha orado, aconsejado, hablado bien de otros, y puede ser que la reciba una mano que ha golpeado, robado, abusado de alguien. No se puede generalizar ni juzgar por apariencias.
Lo que cuenta para el Señor, lo descubrimos una y otra vez en los Evangelios, es lo que hay en el interior.
Recibir la Comunión en boca o en mano debe ser decisión de quien comulga, pero durante la pandemia no siempre se puede elegir. Hay quien dice: ‘o en la boca o no comulgo’. Comete suicidio espiritual privándose de recibir a Jesús, Pan de vida, que quiere ser su consuelo y su gozo en estos tiempos tan dolorosos.
Debe considerar que si por obedecer a la autoridad de la Iglesia acepta recibir la Comunión en la mano, no comete pecado, siempre y cuando reciba al Señor con total reverencia y cuidado: Debe tener las manos muy limpias, consumir la Hostia al momento de recibirla (de ningún modo llevársela, partirla, compartirla), y verificar meticulosamente que no queden partículas; incluso aspirar con la boca sobre la palma de la mano y los dedos, para absorber las que pudieran estar sin que se alcancen a ver.
Ojalá que quienes circulan mensajes criticando cómo comulgan los demás dejen de hacerlo. Así como es falta de caridad que sean tachados de ‘retrógrados’ quienes consideran que lo propio es comulgar en la boca, también es falta de caridad tildar de ‘sacrílegos’ a quienes aceptan recibir la Comunión en la mano. Lo importante es que unos y otros sean conscientes de que en la Eucaristía está Cristo realmente Presente, en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad. Y lo que cuenta para Él, más que la lengua o la mano, es el corazón, que lo reciban con verdadero amor, reverencia y devoción.
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