Dios, fe y sazón, claves para una restauración
La venta de comida durante los domingos ha sido clave para juntar los fondos que requiere una parroquia en la alcaldía de Azcapotzalco.
Erigida en la década de los 60 en Azcapotzalco por el arquitecto Pablo Errasti, con un estilo paraboloide que le da una gran firmeza estructural, la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe Reina del Trabajo, al paso del tiempo comenzó a sufrir deterioros considerables por falta de mantenimiento; las averías en el techo finalmente cedieron a las lluvias, y las Misas durante un tiempo se interrumpieron por los “aguaceros al interior”.
Así recibió hace cinco años la parroquia el padre Agustín Rodríguez, quien se preguntaba cómo obtener recursos para reparaciones tan costosas: muros húmedos, pintura sucia y descarapelada, drenaje inservible por las raíces de los árboles, y otros descuidos dejados al tiempo. Así como feligreses desencantados.
Doña Gloria
El padre Agustín Rodríguez tiene muy presente la misión de la Iglesia, así que pronto puso manos a la obra para lograr la restauración del templo. Por aquellos días tuvo la oportunidad de platicar con doña Gloria, una mujer que entonces tenía 77 años, a quien invitó a participar en la iglesia; pero ella tenía sus intereses de fin de semana puestos en otra cosa: el futbol.
“Yo le dije: ‘No, padre. ¡Cómo cree!’, la verdad, como aficionada de los Pumas, me dedicaba los fines de semana a disfrutar del futbol. Más porque tengo un hijo que le va al Cruz Azul, uno al Atlante, otro al Puebla, uno al América y otro a mi equipo”.
Pero el padre no desistió, y le propuso cocinar para a vender comida los domingos a fin de obtener recursos para ayudar a la reparación del templo. Ella aceptó.
Una chef única
Como egresada de la antigua Escuela de Química Berzélius, a doña Gloria siempre le gustó llevar control de las cantidades para lograr productos de calidad; pero en cuanto a la cocina, el punto fino lo obtuvo por convivir en Veracruz con su abuelita durante los últimos dos años de su vida.
Posteriormente, debido a que su esposo es alérgico a la cebolla y no tolera el ajo, doña Gloria se vio en la necesidad de probar ingredientes alternos para que sus platillos no perdieran calidad; de manera que su comida tiene un toque único.
“Empezamos a vender al final de la Misa. La gente salía, probaba la comida y me decía: ‘¡Qué buen sazón!’”.
Y es que cuando se carece de un par de ingredientes básicos, hay que fijarse en otras cosas –comenta–; por ejemplo, en los tiempos. “El bacalao de los domingos lo voy preparando desde el miércoles, luego cuido bien las cantidades de almendra y de aceite de olivo; el modo de agregar el jitomate, el momento de añadir los chiles güeros, las aceitunas y lo demás.
“Para cada platillo tengo la forma. A la pancita de res, por ejemplo, le pongo unas manitas de puerco y adquiere un toque muy bueno”.
Sin embargo, hay ocasiones en que, con la misma receta, alguien más prepara el platillo, y los feligreses no lo pasan por desapercibido. “Hoy no lo preparaste tú, Gloria”, le dicen. Y es que, a decir de sus compañeras, ella le echa sus ‘polvitos mágicos’ a la hora de cocinar.
“Se los ha de echar Dios –ríe doña Gloria Rodríguez–, porque yo sólo le echo lo que debe llevar. Yo al principio no quería venir, y ahora todo el tiempo estoy aquí, muy contenta de poner mi granito de arena para los trabajos de nuestra parroquia”.
Una iglesia reactivada
El padre Agustín Rodríguez considera que se sacó la lotería con doña Gloria Rodríguez, quien ha sido de mucha importancia para las obras que se realizan.
“Hace cinco años, el recinto estaba en tal estado, que a veces interrumpíamos la celebración porque se inundaba. Se habían hecho algunas obras, pero hacía falta un buen trabajo de reparación”.
La Misa más nutrida, la del mediodía, contaba entonces con la presencia de 60 personas; mientras que actualmente asisten entre 350 y 400 fieles.
“La comunidad ha crecido, se nota mucho entusiasmo. Gran parte de la parroquia se ha reparado, aunque aún nos falta. Tenemos un hermoso vitral al que le faltaban 170 piezas; ya las colocamos”.
Este recinto, ubicado en Norte 69 y Poniente 58, va recobrando su belleza original, la que le imprimió el arquitecto Pablo Errasti, que lleva todo el estilo de Félix Candela, el famoso arquitecto español exiliado en México, quien fue su maestro.
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