Turismo religioso

Taxco, donde las mismas piedras son una oración interminable

No importa el sitio preciso donde te encuentres. Basta con que empieces a caminar en Taxco para que todo se transforme en sorpresa, descubrimiento, novedad: un muro viejo sobre el que cabalga una buganvilia, una calle que susurra su frescura vespertina o que grita el calor de mediodía, la multitud de ventanas que apenas atrapan a los que no quieren estar dentro, los templos que no sólo albergan a los devotos, sino que siguen despertando la curiosidad de turistas y, entre todos, la parroquia de Santa Prisca, sinfonía de cantera exterior y conjugación interminable del barroco mexicano en su interior. ¡Ah! En Taxco las mismas piedras son una oración interminable. 

Sigue caminando y estarás en la calle de Estacadas o en la Plaza de la Parroquia de Chavarrieta; de repente llegas a la casa de Humboldt o estarás ante la casa de piedra; camina y no importa que llegues a Casahuates o barrio de Los Jales, por dondequiera que vayas encontrarás subidas y bajadas, gente amena y cordial, a quien parece que no le importa el trajín que provoca el mercado municipal o el tianguis sabatino de la plata que, literalmente, convierte a todo el pueblo en un laborioso hormiguero que oferta su tradición secular.

Puedes leer: La iglesia de Santa Prisca, el tesoro de Taxco

Camina con tus pies pero avanza también con los ojos, descubre que la infinidad de balcones –en apariencia inútiles, pues nunca nadie se asoma por ellos– dan su servicio en el capricho de su herrería, en lo irrepetible de su diseño, en cantar a los cuatro vientos que alguien los hizo casi por inercia y vicio de seguir embelleciendo la ciudad.

Imposible detenerse si no es para refrescarse: doquiera encontrarás un helado, una fruta fresca o un “bolis”, golosina callejera de hielo del sabor que se te antoje. Acaso detente para disfrutar un pozole, una cecina o cualquier otro platillo de la cocina regional, mexicana o internacional, pues bien encontrarás una buena pasta italiana o hamburguesas gringas, ¡qué más da si de saciar el hambre se trata! Si te gusta la aventura gastronómica, podrás internarte en el mercado y lo mismo te topas con una salsa de jumiles, tamales de ciruela, nanches y variedad de quesos regionales.

Avanza, avanza. Llega hasta el corazón de los artesanos, tanto los que ya gozan de vitrina y aparador, como los que disfrutan vendiendo al filo de la calle, deambulando en plazas y callejones, venidos de Xalitla, Tepecuacuilco, Ixcateopan, Paintla o cualquier otro rincón del estado de Guerrero.

Si paras no llegarás a Ojeda, barrio que se precia de tener en su capilla las reliquias de San Margarito; ni llegarás a Guadalupe, parroquia que cuenta con una plaza-mirador incomparable. Desde ahí la panorámica incluye el cerro de Bermeja, el barrio del Chorrillo, el Templo de la Santa Veracruz, San Miguel, San Nicolás, la Santísima y, por supuesto, la plaza principal y sus alrededores.

Que tus pasos te lleven hasta el Exconvento, y tus oídos te remitan al cascabeleo de las cadenas penitenciales que las Ánimas –mujeres penitentes– arrastran el martes de la Semana Santa. Ahí en Taxco, caminando camina (aunque sea cualquier día del año) junto a la procesión de los “Cristos” o los encruzados, varones cargados con pacas de varas de zarza a la espalda desnuda. 

Don José de la Borda sigue viviendo en Taxco de Alarcón, y Juan Ruiz de Alarcón también, ambos hijos –uno por adopción y otro por natural condición– de esta ciudad, misma que supieron embellecer con su trabajo en las minas y en las letras, que son otras minas de plata tanto o más valiosa que el blanco metal que sigue dando lustre y fama a tan singular pueblo embarrado a las faldas del Huixteco, serranía dominante de la región norte del Estado de Guerrero.

Este es Taxco de Alarcón, pueblo mágico que ya forma parte del circuito internacional “Ciudades Luz” al nivel de París, Bruselas, Seúl, Shanghái o Jerusalén, gracias a la iluminación monumental de sus edificios religiosos, construcciones históricas, centros y plazas sociales, fuentes y esculturas. Este es Taxco de Alarcón, un pueblo que hoy más que nunca brilla como la plata bajo el sol.

Leer más: 18 de enero: Santa Prisca, la presencia de esta santa en México

P. Eduardo Lozano

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