En palabras del Papa Francisco: cada vez que hacemos la señal de la Cruz, como al despertarnos, antes de las comidas, ante un peligro o antes de dormir, expresamos nuestra pertenencia a Cristo. Y la Cruz es el distintivo que manifiesta quien somos: nuestro hablar, pensar, mirar, obrar está bajo el signo de la Cruz, es decir, del amor de Jesús hasta el fin.
Existen diferencias entre santiguarse, signarse y persignarse. ¿Las conoces? Aquí te las explicamos.
Es cuando dibujamos una cruz sobre nosotros. Iniciamos tocándonos la frente, luego el pecho, después el hombro izquierdo y luego el derecho.
Decimos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Es cuando dibujamos tres cruces sobre nosotros. Una pequeña sobre la frente, una sobre la boca y una sobre el pecho.
Decimos: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro.
Es cuando combinamos las dos. Primero nos signamos (tres cruces) y después nos santiguamos (una cruz).
Decimos: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El Papa hizo esta promesa a la Virgen del Carmen en 1990.
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