Teología del secreto

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¿Quién es el Anticristo? Un exorcista responde

La ignorancia y la fantasía fomentan muchos mitos sobre esta figura, la cual san Juan menciona en sus cartas.

21 junio, 2023
¿Quién es el Anticristo? Un exorcista responde
¿Quién es el Anticristo?(Foto: Especial)

El tema y la “persona” del Anticristo levantan muchas suspicacias, más fomentadas por las fantasías que por la realidad. Existen muchos mitos creados por los miedos colectivos y por el morbo que tanto gusta y tanto vende. 

Por eso, es necesario hablar del Anticristo con claridad y seriedad para disipar las dudas que este tema suscita y para ponerlo en su justa dimensión.

¿Qué se entiende por Anticristo?

Para comprenderlo, necesariamente tenemos que referirnos a la Sagrada Escritura, concretamente a las cartas de san Juan, donde él, y sólo él, utiliza esta palabra que nos sugiere diversas aplicaciones. 

Por principio de cuentas, san Juan utiliza la expresión “Anticristo” para referirse a lo que se opone a la obra y a la persona de Cristo mismo. Aunque se refiere directamente al mal y al pecado que notoriamente se oponen a la obra de Cristo, también con esta expresión se designa a todas aquellas doctrinas contrarias a Cristo y a su Evangelio. Basta recordar que en la época en la que san Juan escribía, ya existía una herejía llamada “docetismo”, la cual contestaba directamente al Evangelio, e incluso, lo contradecía, negando la verdad de la Encarnación y sosteniendo que todo lo que se decía de Cristo era pura apariencia.

De esta manera nos queda claro que la expresión “Anticristo” significa lo que sus mismas raíces nos dicen: “anti” (opuesto o contrario a) y “Cristo” (en referencia a Jesús mismo el Mesías, el Redentor, el Ungido, es decir, el Cristo).

¿Una persona?

Puede surgirnos una pregunta: si el “Anticristo” se refiere a lo que se opone a Cristo, ¿por qué parece que la expresión personaliza la oposición, es decir, parece que el Anticristo es una persona?

La respuesta nos viene de la misma manera como entendemos al Diablo o Demonio o Satanás. Es un error recurrente pensar que “el mal” es una persona, y más equivocado es pensar que el Demonio es la personificación del mal. 

El mal no es una persona, por el contrario, el mal es lo que se opone al bien, y el bien o la bondad sí es una persona: Dios mismo. De tal manera que el mal es todo aquello en lo que los seres inteligentes y libres, es decir, los ángeles y los hombres, sacan a Dios y lo marginan de su existencia al grado que lo hacen parecer ausente. El mal es todo aquello que se opone al proyecto amoroso de Dios y a Dios mismo.  Los seres dotados de inteligencia y voluntad, que somos los hombres y los ángeles, somos quienes consciente y libremente hacemos el mal oponiéndonos así a Dios. 

El Demonio es un ser creado bueno por Dios, pero que eligió oponerse a Dios y a hacer lo contrario al designio amoroso de Dios:

El egoísmo y el mal, de esta manera el Demonio se empeña desde su grande soberbia a oponerse a Dios y por eso llega a ser malo, muy malo, pero eso no lo hace ser “la persona del mal”, de lo que se desprende que alguien, un hombre o un diablo, por muy malo que sea, no puede ser la personificación del mal, será, en todo caso, una creatura llamada por Dios a la existencia que, haciendo un equivocado uso de su libertad y dando la espalda a Dios, llega a hacer obras de tal grado de maldad y perversión que parece que es malo, pero no.

Hace el mal, eso sí, y hace parecer que es el mal en persona.  No hay lugar a dudas al afirmar que ni el Diablo, o los demonios, ni ningún hombre, pueden ser identificados como la persona del mal por muchas maldades que hagan. 

La personificación del mal

Dicho lo anterior, cuando se habla del “Anticristo” se refiere a alguien que se opone a Cristo y a su obra, pero por muy oponente que sea no lo hace una personificación del mal, aunque lo haga de manera que escoja su desdicha sin fin, es decir, su condenación. 

Si se habla de una persona que se opone o es contraria a la obra de Cristo, y por ello se le dice “Anticristo”, nos referimos a que la oposición a la obra del Señor Jesús no viene de fuerzas o energías malignas ni nada por el estilo, sino de la decisión de una persona libre y consciente que ha elegido ser contraria a Cristo.

Una idea equivocada

Los Padres de la Iglesia como san Ireneo de Lyon, san Hipólito de Roma o san Agustín ya se referían al Anticristo, identificando a personas que extraviaban a los cristianos del camino del Evangelio, sea por la mala conducta, por doctrinas supersticiosas o heréticas.

En la Edad Media fue creciendo la idea de que el oponente a la obra de Cristo es el Demonio, lo cual es cierto; sin embargo, se le fueron creando atributos poderosos, haciéndolo pasar como una figura mítica con poderes extraordinarios que parecía una persona opuesta a Dios y con poderes similares a Dios, pero usados para hacer el mal, como si fuera la antítesis de Dios mismo.

En la época contemporánea se fueron creando historias verdaderamente fantásticas en torno a la figura del Anticristo, recreándolo con narraciones contrarias al Evangelio, por ejemplo, si Cristo fue concebido por una Virgen, el Anticristo fue concebido por una mujer tocada por las más bajas pasiones; si Cristo nació en la pobreza, el Anticristo en la riqueza… y así, formando la imagen de un personaje totalmente opuesto al Señor.

Lo cierto es que el Anticristo, atendiendo a lo dicho por san Juan en sus dos primeras cartas, es aquella persona que se opone a Cristo y a su obra salvífica, y desde esta manera podemos identificar tantas obras, acciones y personas contrarias a la obra del Mesías Redentor. 

Los tiempos que vivimos, gracias a la asequibilidad de los medios de comunicación, nos dejan ver la realidad desnuda, y muestran hasta qué grado la maldad puede llegar a actuar. Todos los días somos testigos de terribles atentados contra la dignidad de las personas: abusos de poder que esclavizan a tantos seres vulnerables, la injusticia social que ha generado la pobreza y la marginación, las expresiones de la violencia que toman diversas formas que parecen impensables y que más bien retratan la cruda realidad. 

Muchas veces nos espantan las historias espeluznantes del Diablo, del Anticristo y de las posesiones diabólicas, pero no nos horrorizamos de cómo en el seno materno es asesinado un indefenso de la forma más cruel, o de cómo el crimen organizado es capaz de arrancar a las personas de sus familias para luego asesinarlas y deshacerlas en ácido, o ¿qué peor hay que una jovencita con sueños e ideales sea violentada, asesinada y desaparecida sin piedad? Y muchos horrores más que nos dejan boquiabiertos, pero a los que nos estamos acostumbrando poco a poco, pues son el pan de cada día en los medios de comunicación. 

La diferencia es que las historias fantásticas sobre el Anticristo son sólo movidas por el morbo, y eso nos gusta mucho porque anestesia nuestra mente y nuestro corazón.

Además, esas historias nos hacen desviar la mirada a cosas superficiales y sin importancia, mientras lo que de verdad debería de preocuparnos, no sólo no nos importa, sino que la evitamos porque sabemos que es la realidad, y la realidad nos compromete, sobre todo como cristianos.

Tal vez todos tenemos algo de Anticristo, cuando en mayor o menor medida, en la vida práctica actuamos en contra del Evangelio, motivados por nuestro egoísmo y haciendo lo contrario a aquello que debe distinguirnos como verdaderos discípulos del Mesías Redentor, es decir, el amor, lo único que salva al mundo.

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Autor

Maestro Normalista. Licenciado en Filosofía y Teología, Mtro. en Teología, Lic. Pontificio en Teología Sacramentaria. Canciller de la Diócesis de Xochimilco, Exorcista miembro de la AIE, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas de la Diócesis de Xochimilco. Párroco de “El Padre Nuestro”. Profesor de Teología de la Iniciación Cristiana, de Teología de la Eucaristía, de Teología del Matrimonio, de Semiótica, de Síntesis Teológica y varios Seminarios Teológicos.