¿Puede el diablo provocar pandemias como la de COVID-19?
El Catecismo de la Iglesia no duda en atribuirle al diablo la responsabilidad de muchos males, pero, ¿qué dice sobre la causa de las enfermedades?
San Miguel Arcángel en tiempo de Covid
Desde que inició la pandemia de COVID-19, al final de la celebración de la Eucaristía diaria en la Misión de Guadalupe, acompañado solamente por cuatro religiosas, rezamos la acostumbrada oración a san Miguel Arcángel, pero con una intención especial: suplicar su defensa a la humanidad para combatir la pandemia.
Mientras que el mundo científico busca una vacuna y el personal médico lucha por curar a los enfermos; en tanto que las autoridades civiles imponen medidas sanitarias –medidas todas igualmente importantes– el fiel católico debe, además, orar por el fin de la peste. Los hijos de la Iglesia, además de las oraciones a Jesús y a María, contamos con el poderoso recurso de la oración a los ángeles.
No pretendo con esto atribuir la presencia en el mundo del COVID-19 a la influencia de los demonios. Afirmo de manera tajante que los desastres que ocurren en la naturaleza –pestes, terremotos, tempestades, incendios y accidentes de todo tipo– ocurren por causas naturales.
Sin embargo me parece muy útil que los católicos, en esta circunstancia, recurramos al mundo angélico, como bien lo expresamos en el acto penitencial de la Eucaristía: “…por eso ruego a santa María, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos que intercedan por mí“.
La aparición del COVID-19 en diciembre de 2019, que en muy poco tiempo adquirió proporciones planetarias, ha llevado a muchos a preguntarse si esta peste obedece únicamente a un tipo de fenómeno natural que aparece con cierta frecuencia en la historia humana, tal como sucedió con la peste negra o peste bubónica en el siglo XIV.
Otra posibilidad es que haya sido provocada por un mal moral, es decir, por los mismos abusos del hombre contra el equilibrio ecológico del planeta debido a su voracidad egoísta; o bien que haya sido fabricado por mentes perversas en algún laboratorio, en una especie de guerra bacteriológica.
No faltan personas creyentes que se cuestionan si existe alguna posibilidad de que el mundo espiritual tenga influencia en la peste del coronavirus y de otras catástrofes que devastan la tierra. Antes de responder a esa pregunta hay que aclarar algunas cuestiones sobre la existencia y la actividad del mundo demoniaco o inframundo.
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El racionalismo, enemigo de la fe
Para algunas mentes racionalistas en la Iglesia la idea de que existan enfermedades y accidentes provocados por espíritus malignos es inverosímil y motivo de burla.
El racionalismo trata de explicar todos los fenómenos con la fuerza de la razón y cuando no puede hacerlo, porque la mente no alcanza a comprender, adopta una postura –a mi juicio soberbia– limitándose a decir que esos fenómenos son pura imaginación y fantasía, producto de mentes de épocas pasadas y oscuras. El misterio de Dios tendría que caber dentro del cerebro humano y lo que escapa al entendimiento debería descartarse.
Los racionalistas afirman que el diablo no puede ser un ser personal sino “lo negativo” de la creación, el “todavía no” del mundo que está en camino hacia su plenitud, o bien que se trata de una figura simbólica para representar a los males de la humanidad. Semejantes afirmaciones se alejan de la fe de la Iglesia Católica.
El Concilio Vaticano II menciona, en varias ocasiones, al reino de la oscuridad, y afirma que aunque la victoria de la Luz está asegurada por la obra redentora de Jesucristo, debe ser hecha propia por parte de la Iglesia y de cada hombre en particular en un duro combate contra el Maligno, de manera que “toda la historia humana se viene a reducir a una dura contienda contra los poderes de las tinieblas” (Gaudium et spes, 13).
Los papas después del Concilio han intervenido en algunas ocasiones sobre el tema de la demonología, como lo hizo Pablo VI en sus célebres discursos, contundentes y claros, sobre la existencia del diablo como ser personal y activo en la historia. Los discursos del papa Montini fueron duramente criticados por mentes racionalistas en el ámbito eclesial, argumentando que el tema de ángeles y demonios estaba fuera de época.
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¿Puede Satanás provocar males físicos, incluso pandemias?
El Catecismo de la Iglesia Católica es claro al hablar del mundo angélico, y no duda en atribuir a Satanás la responsabilidad de muchos males: “Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la Divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo”.
El hecho de que el Maligno pueda provocar daños de naturaleza física aparece en el Libro de Job cuando provocó que el paciente varón fuera cubierto con una úlcera maligna desde la cabeza a los pies (Jb 2,7). En el Nuevo Testamento san Lucas menciona el caso de “una mujer, que desde hacía dieciocho años padecía una enfermedad producida por un espíritu, y estaba encorvada” (Lc 13,10-14).
La experiencia de numerosos exorcistas corrobora hoy lo que la Biblia y el Catecismo enseñan; ellos afirman que pueden aparecer, en algunas personas, enfermedades inexplicables que pueden ser curadas con oraciones de liberación.
“De forma extraordinaria e inusual Dios puede permitir que un demonio provoque una enfermedad”, enseña el demonólogo español José Antonio Fortea. Ejemplo de ello fue la muerte de los maridos de Sara, la esposa de Tobías, que fue provocada por la acción del demonio Asmodeo (Tob 3).
Aunque esto raramente ocurre, sin embargo sobre las pandemias y otros desastres planetarios provocados por demonios nada dice la Sagrada Escritura ni el Catecismo. Solamente entendemos que por efectos del pecado del hombre el mundo está herido, y que “la creación entera gime con dolores de parto” (Rom 8,22).
Hemos entonces de mantener la esperanza y una visión positiva de la historia y del mundo, ya que la Redención de Jesucristo traerá una restauración radical del cosmos entero en lo que san Juan llama “los cielos nuevos y la tierra nueva” (Ap 21,1).
La ciencia busca hoy la vacuna del Covid-19 y el mundo la está esperando. Así debe ser. La ciencia es un regalo de la Divina providencia y debemos utilizarla para el bien de la humanidad. Atribuir la causa de las enfermedades al mundo de los espíritus sería equivocado y sólo nos regresaría al mundo pre-científico donde el hombre explicaba los fenómenos a través de mitos y no con la razón.
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La acción extraordinaria de Satanás es rara
Debemos afirmar contundentemente que la acción extraordinaria del demonio es eso: extraordinaria, rara. Con frecuencia llegan personas con los sacerdotes diciendo que alguien les puso “un mal”, es decir, les hizo un trabajo de brujería. Lo dicen porque no encuentran explicaciones a sus desgracias, y por eso lo atribuyen a los demonios. Es un grave error.
Si los demonios fueran libres para provocar toda clase de enfermedades, accidentes y desgracias en las vidas de las personas, a través de brujería, el mundo se sumergiría en el caos y la vida en la tierra sería imposible. Dios le puso un límite a Satanás y al inframundo. Sólo algunas veces, excepcionalmente, los demonios sí pueden provocar esos fenómenos. No debemos pensar, pues, que el COVID-19 tenga su causa en la actuación diabólica.
En la pandemia, orar con los ángeles
¿Por qué entonces, si el COVID-19 obedece a otras causas, como suponemos, rezamos al final de la Eucaristía la oración a san Miguel Arcángel?
Los Santos Padres de la Iglesia enseñaron que la tarea de los ángeles es la de custodiar el cosmos, proteger a los pueblos y a los hombres en particular. Tal fue la sabiduría de san Ireneo, Clemente de Alejandría y Orígenes. Eusebio de Cesarea afirmaba que los ángeles desempeñan una función de ser nuestros tutores, cuidadores y guías. Y les atribuyen una serie de encomiendas divinas como defender a los hombres de los peligros del cuerpo y del alma, el sostén espiritual y corporal, y también la ejecución de tareas meteorológicas como enviar la lluvia o la nieve, entre otras.
Orar con los ángeles por el fin de la pandemia, especialmente con san Miguel Arcángel y con nuestro ángel custodio, es para buscar en ellos protección y defensa contra la enfermedad pero, sobre todo, contra el pecado.
El gran triunfo de Satanás no está en provocar enfermedades físicas o posesiones diabólicas en las personas, sino en lograr que los hombres vivan permanentemente en pecado mortal, en la ignorancia y alejados de la gracia de Dios.
Los estragos visibles de la pandemia los vemos en el plano físico y a nivel laboral. Muchas personas han muerto, otras han sido infectadas y estamos en un gravísimo deterioro del mundo laboral y de la economía.
Ante estas calamidades, que son planetarias, es necesaria la invocación a san Miguel Arcángel. Él es el príncipe de los ejércitos del Cielo, el que en la historia sagrada ha protegido al pueblo hebreo, y el que hoy protege al pueblo cristiano, especialmente cuando se ve afligido por grandes cataclismos.
En Roma, el 25 de abril del año 590, en medio de una situación desesperante causada por una peste, el papa san Gregorio Magno hizo una procesión con el pueblo, llevando una imagen de la Virgen, en la que pedía a Dios por el fin de la epidemia. Al cruzar el puente del río Tíber se escucharon coros de ángeles. De pronto sobre el castillo –el mausoleo del emperador Adriano– apareció el Arcángel Miguel. Portaba una espada en su mano derecha y la envainó. A partir de ese momento la peste terminó.
La crisis mundial del coronavirus ha traído otras plagas, que son morales y más preocupantes. Aprovechando la inactividad de la Iglesia, los promotores de la cultura del de la muerte, o del descarte, embisten con su agenda abortista. Lo mismo sucede con la manipulación de las mentes de niños y jóvenes a través de la educación sexual escolar.
Con el confinamiento social, el consumo de pornografía y de tráfico sexual se ha incrementado. Muchos males se han multiplicado hasta la aparición de movimientos sociales disfrazados de nobleza, tales como Black Lives Matter, dedicado a la anarquía y a la destrucción del pasado cristiano en nuestras culturas. Ante tantos contagios del COVID, pero sobre todo ante la rampante corrupción moral, nos volvemos a Jesús para decir: “Señor, sálvanos, que perecemos” (Mt 8,25).
Retomar la oración a san Miguel Arcángel, después de la Eucaristía, es elevar nuestra mirada al Cielo donde los ángeles adoran al Dios Altísimo y donde están dispuestos a servirnos como poderosos ejecutores de las órdenes divinas.
Aquella oración del papa san León Magno será de gran ayuda para contener la pandemia pero, sobre todo, para la defensa y expansión del Reino de Dios.
Oración a san Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel
defiéndenos en la lucha.
Sé nuestro amparo contra la perversidad
y las asechanzas del demonio.
Que Dios manifieste sobre él su poder,
es nuestra humilde súplica.
Y tú, príncipe de la milicia celestial,
con la fuerza que Dios te ha conferido
arroja al infierno a Satanás
y a los demás espíritus malignos
que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.
Artículo publicado originalmente en el blog del P. Eduardo Hayen
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