¿Por qué no debemos comparar a los papas?
El Papa León XIV no es una réplica de Francisco, sino un fruto distinto del mismo árbol.
Las redes sociales nos han acostumbrado a la inmediatez. Naturalmente que la inmediatez en su razón de ser, pues en tiempo real nos transmiten los acontecimientos “en vivo y en directo”. Claro que las redes sociales son una riqueza y un avance del hombre del siglo XXI. Quienes conocimos un mundo sin ellas creo que las valoramos más que los que nacieron y han crecido con ellas. Esta experiencia nos permite mirar la diferencia ente el mundo real y el mundo digital, que lo mismo tiene sus grandes ventajas, como grandes inconveniencias y peligros.
El Cónclave que ha concluido y nos ha dado al Papa León XIV ha tenido la particularidad de darse en el momento de la masificación de las distintas experiencias de las redes sociales. La sociedad, sin siquiera conocer al nuevo Papa, ya lo ha calificado de todas las formas posibles, desde el atuendo pontificio con el que apareció en el balcón central de la Basílica de san Pedro, hasta todo lo que circula sobre él en el pasado reciente. En fin, todo lo que se puede decir se dijo con la misma inmediatez de su aparición pública por primera vez. Todavía hay que añadir algo más: no solo es objeto de consideraciones inmediatas y veloces, cuyo signo es la superficialidad y el prejuicio, también ha sido objeto de comparaciones, especialmente con su inmediato predecesor.
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El actual Papa no es fruto de la “generación espontánea”, este Papa y cualquier Papa es fruto de su tiempo y de la Iglesia de su tiempo, por eso tendrá afinidades y similitudes tanto con los hombres de su tiempo como con aquellos que le son muy cercanos.
En este sentido, sin duda el Papa León XIV tendrá muchas similitudes con el Papa Francisco, eran cercanos, estrechos compañeros en el ministerio, sin embargo, su cercanía y afinidad no lo hace iguales, ni semejantes, sino personas particulares que en comunión, dan a la Iglesia de sus enormes riquezas, por eso, caer en la tentación de comparar al Papa León con el Papa Francisco es un error y una injusticia: un error porque simplemente, aunque tengan afinidades de pensamiento, son personas distintas, y de injusticia, porque nos priva de conocer a una persona distinta y particular que sin duda aportará de su riqueza a la Iglesia.
Apartándonos de la efervescencia de la inmediates, tratemos de conocer al nuevo Papa por sus antecedentes:
El Papa León es un hombre auténticamente universal, tiene todos los registros para ser el jefe de la Iglesia Católica en un mundo globalizado: nació en los Estados Unidos de América, hijo de italiano y española, hijo espiritual de san Agustín de Hipona, su alma misionera lo llevó a prestar su servicio pastoral en el Perú donde cumplió diversos ministerios, luego fue elegido superior general de la Orden Agustina y, regresado a Perú fue nombrado Obispo de Chiclayo.
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Allí adquirió la nacionalidad peruana, hasta que el Papa Francisco lo llama cono prefecto del Dicasterio de los Obispos que es el organismo de la Curia Romana que ayuda al Papa a elegir a los nuevos obispos. Es matemático, tiene un doctorado en Derecho Canónico. Es sin duda, un hombre preparado y con mucha experiencia en el liderazgo y en el gobierno. En sus palabras iniciales destacó la necesidad de la paz, pero no aquella paz del mundo, sino de la paz fruto de la Pascua, es decir, de la paz como fruto de la amistad con Dios que Cristo muerto y resucitado ganó para todos, y con la seguridad de que “el mal no prevalecerá”.
Creo que no es, de forma simplista, una mera continuación del Papa Francisco es, genuinamente, un “fruto” del papado de Francisco, es decir, que aquello por lo que trabajó el Papa Francisco da su fruto en los cardenales que han puesto su mirada en un hombre que encarna los valores del Evangelio, con la visión de Papa Francisco, y que será replanteado por el personal estilo del Papa León, estilo que estamos todavía por conocer.
La elección del Santo Padre León XIV es, en todas sus facetas, una buena noticia y, por lo mismo, debe infundir esperanza en la Iglesia con la seguridad de que Dios, a través del servicio de los cardenales, nos ha dado un pastor para una Iglesia Católica y global. A los creyentes nos toca orar por él, acompañarlo con nuestras fervientes plegarias y con nuestra obediencia filial. Sin duda se abre una nueva época y nos toca estar, como siempre, al lado de Pedro, al lado de Su Santidad León XIV.