Durante varios siglos, la fiesta de San Juan Bautista en la Iglesia primitiva, y posteriormente en España, fue una de las principales celebraciones del cristianismo, y no tan sólo por la importancia de este personaje bíblico que anunció que Jesús bautizaría con la mediación del Espíritu Santo, sino también porque viene a coincidir con gran aproximación con el solsticio de verano, de modo que tanto el nacimiento de Jesús como el de Juan Bautista, fueron fijados en relación al cambio de las estaciones del año.
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El historiador Luis Weckmann, en La Herencia Medieval de México, explica que en la Europa nórdica se encendían hogueras en las colinas la víspera de la celebración San Juan, como herencia de culturas paganas, principalmente de la antigua Persia, dando paso a una serie de supersticiones.
De esta manera, al agua, que con el Bautismo se asocia a Juan el Bautista en el río Jordán, se suma otro elemento simbólico: el fuego destructor, ambos contrarios entre sí, pero que son purificadores, y esta es una tradición que se celebra en la Víspera de la Natividad de San Juan.
En Nueva España, las primeras fiestas de San Juan se celebraron en 1538, en Tlaxcala, bajo la dirección de los frailes franciscanos que promovieron obras de teatro religioso entre los indígenas, y el Bautista, al lado de San Isidro Labrador, en cierto modo, vinieron a suplantar a Tláloc y a Chaac, deidad primitiva del agua y de la lluvia entre los nahuas y los mayas, respectivamente. Durante la etapa virreinal, esta fiesta cobró mayor fuerza y el mestizaje la arropó con agrado.
Una manifestación cultural derivada de esta celebración son las danzas que también son conocidas como San Vito y que se realizaban el 24 de junio; se originaron en el siglo XIII, y de las cuales subsiste una versión italiana conocida como tarantella.
El solsticio de verano, el día más largo y la noche más corta, se ha prestado a sortilegios y supersticiones en muchas partes del mundo, como son la adivinación, el amarre de amoríos, la quema de muñecos de cartón similares a los Judas de México y que simbolizan todo lo malo, y muchas cosas más relacionadas con la herbolaria, pero gran parte de ello se hace más por tradición, costumbre y diversión, que por fe de ritos ancestrales. Gran parte de este folklor ha inspirado a poetas como Antonio Machado en sus célebres versos La Fiesta.
Otro dato relevante, asociado a esta fecha, es que, en México, ese día, aparecen las famosas Palomillas de San Juan que revolotean en torno a la luz, principalmente en la noche.
Otra práctica asociada a esta fecha, pero que en México está prohibida por ley para cuidar el buen uso del agua, era mojar a la gente en la calle, como también se acostumbraba en Sábado Santo.
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