Se les llama fieles difuntos a todas esas almas que partieron del mundo terrenal y están a la espera de entrar al Cielo. El padre Sergio Román, sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México (QEPD), explicaba que realmente solo hay dos formas de tener certeza de que alguien está en el Cielo: cuando nuestra propia muerte nos lo revele o cuando, después de muchos estudios y pruebas, la Iglesia se atreve a beatificar a alguien.
Como es difícil tener esa certeza, la Iglesia intercede por nuestras hermanas y hermanos difuntos, rezando por ellos y ofreciendo el sacrificio de Cristo en la Eucaristía.
Las santas almas no pueden rezar por ellas mismas y necesitan de nuestras oraciones. Pedimos por los difuntos porque nuestras oraciones son obras buenas que Dios toma en cuenta para que los que están en el Purgatorio puedan ir, adornados por nuestros actos de amor, al encuentro de Dios en el Cielo.
Como Iglesia militante, los vivos podemos ayudar a quienes están en el Purgatorio (Iglesia purgante) a liberarse de esa sombra de pecado que les impide estar ya en la presencia del Señor, mediante oraciones, obras buenas e indulgencias concedidas a su favor.
Al celebrar a los fieles difuntos al día siguiente de la celebración de Todos los Santos, la Iglesia nos quiere enseñar que tanto los que ya están en el Cielo, como los que están en el Purgatorio, siguen siendo miembros de la Iglesia. Entre nosotros hay una comunicación de dones que se llama “Comunión de los santos”. Seguimos unidos a Cristo por el Espíritu Santo, seguimos siendo hermanos, hijos de un mismo Padre.
La Iglesia enseña que la amistad permanece después de la muerte, y es por eso que los católicos preparamos ofrendas para honrar a nuestros difuntos. Creemos también que algún día estaremos junto a ellos en el Cielo, adonde Jesús ha ido a prepararnos una habitación. Creemos en que sus cuerpos, que regresaron al seno de la tierra, duermen en espera del día de la Resurrección. Ésa es nuestra fe.
Así como el 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, conmemoramos a los que ya están con Dios, el 2 de noviembre, el Día de los Fieles Difuntos, oramos por las almas que están en el Purgatorio, purificándose para entrar al Cielo.
Orar por los difuntos es una tradición permanente de la Iglesia. Desde sus primeros tiempos, la Iglesia recordaba en la Misa las almas de los que habían fallecido. La celebración de los Fieles Difuntos omenzó en algunos monasterios en el siglo VI; y hacia el siglo X, la idea ya se había expandido a nivel diocesano con una fecha específica: 2 de noviembre, el día después de la Fiesta de Todos los Santos. Esta fecha fue adoptada en Roma en el siglo XIII.
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