Queridos niños:
Hoy celebramos su día en nuestra Patria. El Día del Niño. Como en todas estas fiestas, no debemos pensar que nada más hoy los honramos. Ustedes están siempre presentes en nuestra vida y ocupan en ella el lugar más importante.
También quiero decirles que ustedes son muy importantes para Jesús.
El Evangelio nos cuenta que una vez los apóstoles regañaban a los niños porque querían estar con Jesús y no lo dejaban en paz; entonces él regañó a los apóstoles y les dijo “dejen que los niños se acerquen a mí, porque de ellos es el Reino de los cielos; y el que quiera entrar al cielo, tendrá que hacerse como niño”.
Y en otra ocasión, los apóstoles estaban discutiendo entre sí sobre quién de ellos era el más importante. Como no se ponían de acuerdo, le preguntaron a Jesús y entonces él llamó a un niño que andaba por allí jugando y lo puso en medio de ellos y les dijo: “éste es el más importante en el Reino”.
Son tan importantes ustedes que Jesús dijo: “el que recibe a un niño, a mí me recibe” y que “los ángeles de los niños ven a Dios cara a cara”.
También dijo que “¡ay del que escandalice a uno de estos niños; más le valiera que le amarraran al cuello una rueda de molino y lo echaran al mar”.
Como ven, ustedes son muy importantes para Dios.
En primer lugar, porque ustedes son los más necesitados entre los humanos.
Todo lo reciben de otros porque son muy pequeños. Por eso Dios, a través de la naturaleza misma, les ha querido dar una familia que vea por ustedes y los acompañe en su crecimiento desde la infancia hasta su madurez, cuando les toque a ustedes iniciar una nueva familia.
Lo que ustedes reciben ahora lo darán, con mucho cariño, a sus hijos cuando los tengan. ¡Así es la vida y qué bueno que sea así!
Jesús ve su bondad y nos pone a ustedes como maestros. Al cielo sólo entran los niños y los que han aprendido a ser como ustedes.
Cuando van creciendo, desean parecer más grandes. Tienen ansias por dejar de ser niños. ¡Qué bueno!, así tiene que ser, pero, por favor, cuando sean mayores, traten de conservar lo bueno que tienen los niños.
La inocencia de ustedes no debe confundirse con ignorancia. La inocencia consiste en no tener culpa por haber hecho algo malo. Y ustedes son buenos.
Saben perdonar, tienen confianza en las personas a las que aman, si los motivan, son generosos, no les gustan las mentiras, sufren por la violencia y por la crueldad, son abiertos y saben ser buenos amigos, y, sobre todo, aman mucho a Dios y tratan de conocerlo más.
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Un niño necesita de su familia mientras se hace mayor. A veces no tienen familia y sufren mucho porque no es lo mismo crecer como huérfano.
También duele mucho cuando falta el papá o la mamá. Por eso es tan importante que cuando ustedes crezcan y se casen, procuren dar a sus hijos su propio papá y su propia mamá. El matrimonio es para siempre, por el bien de los esposos y de los hijos.
Cuando Dios decidió regalarnos a su propio Hijo para que se hiciera hombre como nosotros, le dio una propia mamá en la Virgen María y le pidió a san José que le ayudara a criar a Jesús. Jesús tuvo, pues, su Sagrada Familia que es modelo para todas nuestras familias.
A ustedes les encanta conocer sus derechos, pero vivir en familia tiene sus propias obligaciones.
Un niño debe obedecer a sus padres, aunque ellos no estén presentes. Debe tomar en serio su escuela porque es su futuro. Debe convivir en paz con sus hermanos, amándolos y respetándoles sus derechos. Debe ayudar en la familia en los trabajos que vaya pudiendo hacer. Debe colaborar con los papás en la educación y cuidado de sus hermanos. Todo esto en un clima de afecto y confianza.
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En la parroquia ustedes también son importantes y debemos esforzarnos en que participen y se formen para ser buenos cristianos. También es su familia en la que se reúnen con sus demás hermanos, hijos de Dios.
¡Felicidades por su día!
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