San Pío de Pietrelcina recibió varios dones a lo largo de su vida que le dieron especial fama, como por ejemplo su capacidad de discernimiento para leer las conciencias, lo que hizo que durante muchos años se llenara de fieles sus confesionarios, además de los estigmas de Cristo que amorosamente sufrió durante más de 50 años; la bilocación que consiste en estar en dos lugares a la vez, el don de las lágrimas y el de realizar curaciones a través de la oración.
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De todos estos fenómenos hubo testigos presenciales cuyos testimonios fueron recogidos en sus biografías y algunas notas periodísticas, además de que la Santa Sede realizó investigaciones, aunque inicialmente, muchas de estas cosas resultaron dudosas en medio de intrigas que padeció el Padre Pío, como a continuación veremos.
Desde su infancia, él padeció encuentros demoniacos, es decir, los espíritus malignos se le hicieron presente para atormentarlo, como también alguna vez ocurrió con Sor Faustina Kowalska, otra gran santa del siglo XX.
Los estigmas los recibió el 20 de septiembre de 1918 y permanecieron en él hasta el 23 de septiembre de 1968, pocos días antes de morir. La comunidad franciscana, principalmente, conserva como reliquias suyas algunos guantes ensangrentados que él uso para ocultar las heridas de sus manos, pero también tuvo heridas en los pies y en el costado. Su sangre, según testigos, tenía un olor semejante a las flores.
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La noticia de que el Padre Pío tenía estos estigmas fue motivo de que miles de fieles acudieran a su convento en San Giovanni Retondo, y la Santa Sede envió a investigar a un sacerdote franciscano que era psicólogo y tenía un doctorado en medicina, Agostino Gemelli, fundador de la Universidad Católica de Milán, quien sin haber visto los estigmas publicó un artículo en el que afirmaba que las heridas eran de origen neurótico.
A partir de esta publicación, el Santo Oficio publicó un decreto en el que se decía que no eran de origen sobrenatural estos hechos, y en los años posteriores hubo tres decretos más y el último fue condenatorio y por ello, se prohibía tener cualquier relación del el Padre Pío, razón por la que el sacerdote pasó 10 años aislado, entre 1923 y 1933.
Fue el Papa Pío XI quien ordenó al Santo Oficio que retirara dichas prohibiciones y al año siguiente le autorizaron a volver escuchar confesiones y a predicar. Incluso, a partir de 1939, el Papa Pío XII animó a los devotos a visitar al Padre Pío, pero el Papa Juan XXIII fue adverso a la veracidad de los estigmas del sacerdote, lo que golpeó al Padre Pío. Fue Paulo VI quien rechazó todas las calumnias y acusaciones en contra del Padre Pío.
En cuanto a la bilocación, la historia registra que en 1904 estando en el convento de Sant’Elia, también asistió al nacimiento de Giovanna Rizzani, quien años después sería su hija espiritual, hecho que tuvo lugar en Unide, Venecia.
El don de las lágrimas era especialmente notorio cuando rezaba el Rosario.
A pesar de todas las adversidades que se dieron en el seno de la propia Iglesia, en torno a los dones especiales que recibió al Padre Pío, él fue beatificado en 1999 y canonizado en 2002, por San Juan Pablo II, en Roma.
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