Para vivir el don de Piedad es preciso entender que Dios es nuestro Padre, y para considerarlo como tal, primero tenemos que comportarnos como sus hijos, aseguró el presbítero y doctor en teología, Pedro Fernández Rodríguez.
En entrevista con Desde la fe, el sacerdote dominico aseguró que, cuando experimentamos el amor paternal de Dios, se enriquece toda nuestra vida.
“La Piedad es un don que recibimos ya con el bautismo, y que después habremos de desarrollar durante la vida cristiana. ¿En qué consiste? Fundamentalmente nos enseña el modo de comportarnos con Dios y, sobre todo, de cómo Dios se comporta con nosotros, como un Padre”.
El padre Fernández, postulador de las causas de beatificación de la religiosa María Angélica Álvarez Icaza y del Arzobispo Primado de México, Luis María Martínez, recordó que el don de la Piedad se recibe con el bautismo, aunque debe ser desarrollado durante la vida cristiana.
“En este sentido lo que nos ayuda mucho es la oración como contacto, escuchar a Dios, responderle, hablar con Él; y después, claro, el comportamiento moral, porque ya dijo Cristo que ‘el que me ama, observa mis mandamientos’”.
“Los primeros años, desde el punto de vista de la ciencia, son muy importantes para el aprendizaje, y también lo son en el sentido religioso. La mayoría de nosotros ha recibido la fe en la propia familia, han sido nuestros padres quienes nos han llevado al Bautismo, a la Confirmación, a la Eucaristía, y nos han explicado en casa lo que la Iglesia confirma después con los sacramentos y con la catequesis oficial”.
¿Cómo podemos cultivar nuestra piedad y fortalecer nuestra relación con Dios Padre? El padre Pedro recuerda la fórmula que dio san Francisco de Sales en su libro Introducción a la vida devota: la oración y la práctica de los sacramentos.
“El hecho sencillo de rezar pausadamente el Padre Nuestro, es un modo estupendo de llegar a vivir el don de Piedad. Cuando uno dice con fe y devoción ‘Padre Nuestro, que estás en el Cielo’”.
“Cuando uno da cuenta de sus propios pecados y se arrepiente, en la Penitencia, se encuentra con Dios misericordioso, con un Dios que perdona, y esa es una experiencia de la paternidad divina maravillosa. No digamos la Eucaristía”, recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, a Dios que se hace pan, lo más sencillo, lo más frágil y lo más necesario de la vida, que es el pan”.
Por último, aseguró, todos los católicos podemos llegar a experimentar el amor profundo de Dios Padre, “pues nos ama no porque somos buenos, sino porque Él es bueno”.
“Yo los invito a todos a tener esa experiencia de Dios como padre para crecer en nuestra confianza en Él, para poder abandonarnos en Dios de verdad, para experimentar que Dios es nuestro padre”, puntualizó.
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