Después de la crucifixión de Jesús en el monte Calvario, fueron algunas mujeres, entre ellas, santa María Magdalena, las primeras en saber que había resucitado al tercer día, como Él lo había anunciado. El evangelista Lucas así lo platica (24;1-6): “Regresaron al sepulcro muy temprano llevando los perfumes que habían preparado… y vieron a dos hombres de pie vestidos con ropas brillantes que les dijeron: – ¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?”
Desde entonces, un gran número de mujeres han tenido el privilegio de haber sido videntes y mensajeras de Jesús.
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Un caso notable del siglo XVI fue Santa Teresa de Ávila (1515-1582), quien, en El Libro de la Vida, escribió su experiencia mística y describió esa blancura de las ropas que vieron aquellas piadosas mujeres frente al sepulcro de Jesús: “la diferencia que hay de esta luz que vemos a la que allá se representa, siendo todo luz, no hay comparación porque la claridad del sol parece cosa muy desgustada”. Por algo, el evangelista san Lucas (9; 29), al describir la transfiguración del Señor dijo: “el aspecto de su cara cambió y su ropa se volvió más brillante.”
En el siglo XVII, Santa Margarita Alacoque (1647-1690), la vidente del Sagrado Corazón, Jesús se le manifestó con el corazón abierto y señalándolo con la mano, le dijo: “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor, y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud”.
En 1846, en Salette, Francia, Melanie Calvat de 15 años de edad, fue protagonista de una aparición de la Virgen María a quien describe como “una bella Dama” más brillante que el sol, le pidió que diera a conocer su mensaje de hacer penitencia y no ofendan más a Dios.
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En el siglo XX, Sor Faustina Kowalska (1905-1938), santa polaca que, desde muy joven, tuvo una serie de revelaciones de Jesús y de la Virgen. Ella fue la gran promotora del Cristo de la Misericordia quien le pidió que se hiciera una pintura de él en la a forma en la que ella lo vio, y que se estableciera una fiesta litúrgica para promover la misericordia divina, como una última esperanza de salvación.
Santa Bernardete Souvirous (1844-1879), jovencita perteneciente a una familia muy humilde, tuvo 18 apariciones marianas en Lourdes, Francia, donde la Virgen se presentó como la Inmaculada Concepción, para convertirse en la santa patrona de los enfermos y de varias curaciones milagrosas.
Lucía (1907-2005) y Jacinta Dos Santos (1910-1920) formaron parte del grupo de los tres pastores videntes de Fátima, en Portugal, y en 1917, la Virgen les pidió que rezaran el rosario, la conversión de la humanidad, la consagración de Rusia y hacer penitencia para evitar que continuara la Primera Guarra Mundial.
Hay algunas santas como Teresa de los Andes o Catalina de Siena que tuvieron revelaciones privadas a través de una voz interna que escuchaban. La beata mexicana Concepción Cabrera de Armida, al parecer, también tenía este tipo de comunicación con Jesús, según se desprende de su Diario de Conciencia, pero no está probado. Hay otro grupo de santos, como Santa Rita de Casia, que recibió uno de los estigmas de la pasión de Cristo siendo una gran mística.
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