Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 29 de junio 2025

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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 29 de junio 2025

La solemnidad de San Pedro y San Pablo es muy antigua, es más antigua en el santoral romano que la fiesta de la misma Navidad del Señor. Eso nos da una idea de la veneración que se ha tenido siempre por estas dos grandes columnas de la iglesia universal.

28 junio, 2025
Lecturas de la Misa y Evangelio del Domingo 29 de junio 2025
Solemnidad de San Pedro y San Pablo.
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La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores. 

Lecturas y Evangelio del 29 de junio de 2025

  • Primera Lectura: Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 12, 1-11
  • Salmo: Salmo 33
  • Segunda Lectura: De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 4, 6-8. 17-18
  • Evangelio del día: Del santo Evangelio según san Mateo: 16, 13-19
  • Comentario al Evangelio

Primera lectura

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 12, 1-11

En aquellos días, el rey Herodes mandó apresar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan, y viendo que eso agradaba a los judíos, también hizo apresar a Pedro. Esto sucedió durante los días de la fiesta de los panes Ázimos. Después de apresarlo, lo hizo encarcelar y lo puso bajo la vigilancia de cuatro turnos de guardia, de cuatro soldados cada turno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel, la comunidad no cesaba de orar a Dios por él.

La noche anterior al día en que Herodes iba a hacerlo comparecer ante el pueblo, Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas y los centinelas cuidaban la puerta de la prisión. De pronto apareció el ángel del Señor y el calabozo se llenó de luz. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: “Levántate pronto”. Entonces las cadenas que le sujetaban las manos se le cayeron. El ángel le dijo: “Cíñete la túnica y ponte las sandalias”, y Pedro obedeció. Después le dijo: “Ponte el manto y sígueme”. Pedro salió detrás de él, sin saber si era verdad o no lo que el ángel hacía, y le parecía más bien que estaba soñando. Pasaron el primero y el segundo puesto de guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y caminaron hasta la esquina de la calle y de pronto el ángel desapareció.

Entonces, Pedro se dio cuenta de lo que pasaba y dijo: “Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de todo cuanto el pueblo judío esperaba que me hicieran”.

Palabra de Dios.

Salmo

/R/ El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor a todas horas, 
no cesará mi boca de alabarlo. 
Yo me siento orgulloso del Señor, 
que se alegre su pueblo al escucharlo. /R/ 

Proclamemos la grandeza del Señor 
y alabemos todos juntos su poder. 
Cuando acudí al Señor, me hizo caso 
y me libró de todos mis temores. /R/ 

Confía en el Señor y saltarás de gusto, 
jamás te sentirás decepcionado, 
porque el Señor escucha el clamor de los pobres 
y los libra de todas sus angustias. /R/ 

Junto a aquellos que temen al Señor 
el ángel del Señor acampa y los protege. 
Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. 
Dichoso el hombre que se refugia en él. /R/

Segunda lectura

De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 4, 6-8. 17-18

Querido hermano: Ha llegado para mí la hora del sacrificio y se acerca el momento de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.

Cuando todos me abandonaron, el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. Y fui librado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará sano y salvo a su Reino celestial.

Palabra de Dios.

Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Mateo: 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio

El primado de Pedro

La solemnidad de San Pedro y San Pablo es muy antigua, es más antigua en el santoral romano que la fiesta de la misma Navidad del Señor. Eso nos da una idea de la veneración que se ha tenido siempre por estas dos grandes columnas de la iglesia universal. Este año cae en domingo, por tanto la fiesta (de inferior categoría) del domingo decimotercero del tiempo ordinario se omite. Hoy, en una misma solemnidad celebramos la santidad de los pioneros del evangelio que nos permite contemplar la estrecha amistad que se establece entre Jesucristo y estos dos hombres elegidos para misiones muy importantes.

En este 29 de Junio celebramos el poder de Dios, que de un pescador de Galilea y de un fanático rabino de Tarso ha hecho dos fieles discípulos de Cristo y dos apóstoles del Evangelio. El hecho de que la Iglesia una en una misma solemnidad a Pedro y Pablo, a pesar de las diferencias de vocación, de relación con Cristo, de temperamento y de estilo apostólico, significa que la Iglesia vive el misterio único del Señor en la diversidad de los testimonios humanos.

Por una parte, Pedro es el hombre elegido por Cristo para ser la roca de la Iglesia: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Pedro, hombre frágil y apasionado, acepta humildemente su misión haciendo frente a cárceles y maltratos por el nombre de Jesús. Predica con valor, lleno del Espíritu Santo. Pedro es el amigo entrañable de Cristo, el hombre elegido que se arrepiente de haber negado a su maestro, el hombre impetuoso y generoso que reconoce al Dios hecho hombre, al Mesías prometido: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.

Pablo, por su parte, fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor de los cristianos se convirtió en Apóstol de los gentiles. Después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del evangelio. También a Pablo se le reservaba como meta lejana Roma, capital del Imperio, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre precisamente en el corazón del catolicismo, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana. Pablo es el apóstol fogoso e incansable que recorre el mundo conocido en la época para anunciar la buena nueva de la salvación en Cristo Jesús. Sabe que se le ha dado una misión, una responsabilidad, una tarea que no puede declinar. Ay de mí si no evangelizare.

Este texto que hoy nos presenta la liturgia ha sido considerado como el centro del evangelio de Mateo, tanto por su situación (la mitad del libro) como por su contenido. Pedro confiesa su fe en Jesús, reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios. Por ello el Señor le encarga su tarea particular mediante tres imágenes: la de la roca, que se convierte en cimiento o piedra angular, la de las llaves y la de atar y desatar. Jesucristo promete a San Pedro el primado sobre toda la iglesia y donde los poderes supremos son dados al apóstol para bien de la iglesia y como ésta ha de dudar hasta el fin de los tiempos. Esos poderes se trasmitirán a aquellos que sucedan a Pedro a lo largo de la historia. El Romano Pontífice es en concreto el sucesor de San Pedro.

Los términos evangélicos referidos a la misión de Pedro, dentro del primer grupo apostólico formado por Jesús, se expresan siempre en términos de unidad, caridad, servicio y misión, nunca en clave de potestad, dignidad o privilegios.

El Papa, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles. El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad. La iglesia descansa en la Roca viva y piedra angular, que es Cristo y se edifica sobre el fundamento de la piedra de Jesucristo, de las piedras de los apóstoles y de las piedras de los apóstoles y de las piedras vivas de todos los cristianos.

Esta solemnidad es una cordial invitación para renovar nuestra adhesión incondicional al vicario de Cristo sobre la tierra, el Papa. Nuestro amor por el santo Padre debe ser un amor práctico y realista. Un amor que se traduzca en obras y que se puede manifestar en la lectura asidua de su magisterio y en la conformación de nuestra mente y de nuestra vida con sus directrices. Se trata de seguir no sólo sus órdenes, sino de escuchar y llevar adelante también sus deseos.

San Pedro y san Pablo, cada uno con su historia personal y eclesial, testimonian que, aun en medio de durísimas pruebas, el Señor no los abandonó nunca. De aquí podemos sacar una lección muy importante para todos los cristianos. La acción de la Iglesia sólo es creíble y eficaz en la medida en que quienes forman parte de ella están dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en cualquier circunstancia. Donde falta esta disponibilidad, falta el argumento decisivo de la verdad, del que la Iglesia misma depende. Esta realidad debe ser un desafío para todo cristiano. Cada uno debe ser un evangelizador allí donde Dios lo ha colocado: en su familia, en su trabajo, en la escuela, en la vida pública, fortaleciendo los vínculos de unidad fundados en la profesión de la misma fe en Cristo y en la caridad fraterna. ¡Animo a echarle ganas!


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La redacción de Desde la fe está compuesta por sacerdotes y periodistas laicos especializados en diferentes materias como Filosofía, Teología, Espiritualidad, Derecho Canónico, Sagradas Escrituras, Historia de la Iglesia, Religiosidad Popular, Eclesiología, Humanidades, Pastoral y muchas otras. Desde hace 25 años, sacerdotes y laicos han trabajado de la mano en esta redacción para ofrecer los mejores contenidos a sus lectores.