Sólo hay algo que nos es permitido envidiar. El Papa Francisco lo explica
Este miércoles 1 de mayo, para dar continuidad a su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes, en su acostumbrada Audiencia General el Papa Francisco habló de la fe como el único don que nos es lícito envidar a los seres humanos. Asimismo, explicó la enorme importancia de este don, en apariencia tan […]
Este miércoles 1 de mayo, para dar continuidad a su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes, en su acostumbrada Audiencia General el Papa Francisco habló de la fe como el único don que nos es lícito envidar a los seres humanos. Asimismo, explicó la enorme importancia de este don, en apariencia tan pequeñito.
El Papa Francisco explicó que la fe pertenece al grupo de las tres virtudes teologales, que se complementa con la esperanza y la caridad, mismas que sólo pueden provenir de Dios, y sin las cuales, aunque fuéramos ser humanos prudentes, justos, fuertes y templados, “no tendríamos ojos que ven incluso en la oscuridad; no tendríamos un corazón que ama incluso cuando no es amado, y no tendríamos una esperanza que osa contra toda esperanza”.
Refirió que, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la fe es el acto por el cual el ser humano se entrega libremente a Dios. “En esta fe, Abraham fue nuestro gran padre. Cuando aceptó dejar la tierra de sus antepasados para dirigirse a la tierra que Dios le mostraría, probablemente se le juzgó loco: ¿por qué dejar lo conocido por lo desconocido, lo seguro por lo incierto? ¿Por qué hace eso? ‘Está loco’”.
Pese a esas consideraciones -agregó el Papa Francisco-, “Abraham se puso en camino como si viera lo invisible, y seguirá siendo esa luz en lo invisible lo que le hará subir al monte con su hijo Isaac, quien sólo en el último momento se librará del sacrificio”.
El Santo Padre señaló que hombre de fe también fue Moisés al aceptar la voz de Dios incluso en los momentos de mayor duda, con lo cual pudo defender a un pueblo carente de fe. Y principalmente, mujer de fe fue la Virgen María al recibir el anuncio del Ángel, que muchos habrían desechado por exigente y arriesgado; pero Ella respondió: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra”, y con el corazón lleno de confianza en Dios, emprende un camino del que no conoce ni la ruta ni los peligros.
A propósito de la fe -dijo-, me viene a la mente un episodio del Evangelio: los discípulos de Jesús están cruzando el lago y se ven sorprendidos por una tormenta; creen que podrán salir adelante con la fuerza de sus brazos, con los recursos de su experiencia, pero la barca comienza a llenarse de agua y les entra el pánico. “No se dan cuenta de que tienen ante sus ojos la solución: Jesús está allí con ellos, en la barca, en medio de la tormenta. Él duerme, dice el Evangelio. Cuando por fin lo despiertan, asustados e incluso enfadados porque creen que Él les deja morir, Jesús les reprende: “¿Por qué tienen miedo? ¿Todavía no tienen fe?”.
El verdadero enemigo de la fe
El Papa Francisco señalo que contrario a lo que muchos piensan, el enemigo de la fe no es la razón, sino el miedo. “Por eso, la fe es el primer don que hay que acoger en la vida cristiana: un don que es preciso acoger y pedir cada día, para que se renueve en nosotros. Aparentemente es un don pequeño, pero es el esencial”.
Explicó que cuanto los padres llevan a su pequeño a la pila bautismal, anuncian el nombre que ha escogido para él, y luego el sacerdote les pregunta: “¿Qué le piden a la Iglesia de Dios?”, a lo que ellos responden: “¡La fe, el Bautismo!”. Y es que los padres saben -dijo-, que incluso en medio de las pruebas de la vida, si su hijo tiene fe no se ahogará en el miedo. Sabe también que cuando deje de tener un padre en esta tierra seguirá teniendo a Dios Padre en el cielo, que nunca le abandonará.
Finalmente, el Papa Francisco señaló que, incluso como creyentes, a menudo nos damos cuenta de que sólo tenemos una pequeña reserva de este don. “Jesús podría reprendernos con frecuencia, como a sus discípulos, por ser ‘hombres de poca fe’. Pero es el don más feliz, la única virtud que nos está permitido envidiar. Porque quien tiene fe está habitado por una fuerza que no es sólo humana. En efecto, la fe ‘suscita’ en nosotros la gracia y abre la mente al misterio de Dios.
Con información de Vatican News