¿Por qué el Vaticano pidió no llamar "Corredentora" a la Virgen María?

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¿Por qué el Vaticano pidió no llamar “Corredentora” a la Virgen María?

El Vaticano publicó la Nota Doctrinal Mater populi fidelis, que ofrece claridad sobre los títulos marianos y reafirma la auténtica devoción a la Virgen María

POR  Jorge Reyes
4 noviembre, 2025
¿Por qué el Vaticano pidió no llamar “Corredentora” a la Virgen María?
Estos nombres reflejan con fidelidad el misterio de María en relación con Cristo y la Iglesia. Foto: Especial

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó la Nota Doctrinal Mater populi fidelis (La Madre del Pueblo Fiel), un documento aprobado por el Papa León XIV que busca ofrecer claridad doctrinal sobre los títulos marianos más utilizados por los fieles y, al mismo tiempo, reafirmar la verdadera devoción a la Virgen María a la luz de la fe católica.

El texto aprobado por el Santo Padre el 7 de octubre de 2025, firmado por el cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio, y por monseñor Armando Matteo, secretario de la sección doctrinal, es el fruto de un largo trabajo colegial, y recoge fundamentos bíblicos, patrísticos, teológicos y magisteriales sobre la figura de la Virgen María, “asociada íntimamente a la obra de Cristo como Madre de los creyentes”.

“El eje que atraviesa todas estas páginas es la maternidad de María con respecto a los creyentes, cuestión que aparece reiteradamente, con afirmaciones que se retoman una y otra vez, enriqueciéndolas y completándolas, a modo de espiral, con nuevas consideraciones.

“La devoción mariana, que la maternidad de María provoca, es presentada aquí como un tesoro de la Iglesia. La piedad del Pueblo fiel de Dios que encuentra en María refugio, fortaleza, ternura y esperanza, no se contempla para corregirla sino, sobre todo, para valorarla, admirarla y alentarla”, sostiene la Nota Doctrinal.

Los títulos que la Iglesia considera correctos para dirigirse a la Virgen María

Mater populi fidelis destaca y valora especialmente tres títulos que subrayan el papel materno y espiritual de la Virgen, como lo son:

  • Madre de los creyentes
  • Madre espiritual
  • Madre del Pueblo Fiel

De acuerdo con el documento, estos términos son profundamente coherentes con la enseñanza del Evangelio y la tradición viva de la Iglesia, ya que expresan la misión de María como Madre de todos los bautizados, aquella que acompaña, intercede y guía hacia Cristo.

Asimismo, estos nombres reflejan con fidelidad el misterio de María en relación con Cristo y la Iglesia, sin sobrepasar el límite entre su cooperación maternal y la única mediación redentora de su Hijo.

María, Madre de los creyentes

El documento retoma la explicación del Papa Francisco sobre porqué la Virgen María es la Madre de los creyentes: “Ella es la Madre. Y este es el título que recibió de Jesús, justo ahí, en el momento de la cruz (cf. Jn 19,25-27). Tus hijos, tú eres Madre. […] Recibió el don de ser su Madre y el deber de acompañarnos como Madre, de ser nuestra Madre”.

En el texto se establece que la participación de la Virgen María, como Madre, en la vida de su Hijo, “desde la Encarnación hasta la cruz y la Resurrección, da un carácter único y singular a su cooperación en la obra redentora de Cristo,de manera especial para la Iglesia, ‘cuando considera la Maternidad espiritual de María para con todos los miembros del Cuerpo místico; en confiada invocación, cuando experimenta la intercesión de su Abogada y Auxiliadora’.

Sostiene que este aspecto materno es el que caracteriza la relación de la Virgen con Cristo y su colaboración en todos los momentos de la obra de la salvación. “En su misión como Madre, María tiene una relación singular con el Redentor y, también, con los que han sido redimidos, de los cuales ella misma es la primera”.

Nuestra Madre espiritual

La Nota Doctrinal especifica que la maternidad espiritual de la Virgen María tiene unas características determinadas, entre las que destaca que encuentra su fundamento en el hecho de “ser Madre de Dios y se prolonga en la maternidad para con los discípulos de Cristo y aún con todos los seres humanos”.

Sostiene que su intercesión tiene una característica que no es la de una mediación sacerdotal, como aquella de Cristo, sino que se sitúa en el orden y la analogía de la maternidad: “Asociando la intercesión de María a su obra, los dones que nos llegan del Señor se nos presentan con un aspecto materno, cargados de la ternura y de la cercanía de la Madre que Jesús ha querido compartir con nosotros”.

Del mismo modo apunta que la función materna de María de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia, ya que en su maternidad, la Virgen no es un obstáculo interpuesto entre los seres humanos y Cristo; al contrario, su función materna está indisolublemente unida a la de Cristo y orientada a Él”, porque la maternidad de María no pretende debilitar la única adoración que se debe solamente a Cristo, sino estimularla.

“María actúa con la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia. El ejercicio de su maternidad se encuentra en la comunión eclesial y no fuera de ella; conduce a la Iglesia y la acompaña. La Iglesia aprende de María la propia maternidad: en la acogida de la Palabra de Dios que evangeliza, convierte y anuncia a Cristo; en el don de la vida sacramental del Bautismo y de la Eucaristía, y en la educación y formación maternal que ayuda a nacer y a crecer a los hijos de Dios”, subraya.

María, Madre del Pueblo Fiel

En el parágrafo 76 se destaca que “María, la primera discípula, es la Madre” y en la cruz, Cristo nos la entrega y nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre. Así, ella es la Madre creyente que se ha vuelto “Madre de todos los creyentes”, y al mismo tiempo es la Madre de la Iglesia evangelizadora que nos acoge así como ha querido convocarnos Dios, no sólo como individuos aislados sino como Pueblo que camina.

“Nuestra Madre María siempre quiere caminar con nosotros, estar cerca, ayudarnos con su intercesión y su amor. Ella es la Madre del Pueblo fiel, que camina en medio de su pueblo, movida por una ternura amorosa, y asume sus angustias y vicisitudes”, señala Mater Populis fidelis.

Asevera que el Pueblo fiel no se aleja de Cristo, ni del Evangelio, cuando se acerca a María, “sino que es capaz de leer en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio, porque en ese rostro materno ve reflejado al Señor que nos busca (cf. Lc 15,4-8), que viene a nuestro encuentro con los brazos abiertos (cf. Lc 15,20), que se detiene frente a nosotros (cf. Lc 18,40), que se inclina y nos levanta contra su mejilla (cf. Os 11,4), que nos mira con amor (cf. Mc 10,21) y que no nos condena (cf Jn 8, 11; Os 11,9)”.

“Por eso”, afirma de manera puntual, “podemos decir que, en cierto modo la fe de María, sobre la base del testimonio apostólico de la Iglesia, se convierte sin cesar en la fe del pueblo de Dios en camino”.

El título que debe evitarse para referirse a la Virgen María

Por otra parte, el documento desaconseja de manera explícita el uso del título “Corredentora”, al calificarlo de inapropiado e impropio, pese a que algunos Papas en el pasado, como Juan Pablo II, lo emplearon de manera ocasional, ya que el Concilio Vaticano II optó por no utilizarlo “por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas”.

De manera puntual, se destaca la posición teológica que tuvo el entonces cardenal Joseph Ratzinger (futuro Papa Benedicto XVI), quien consideró que dicho término “se aleja demasiado del lenguaje de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia”, ya que podría provocar confusión al hacer parecer que la Virgen María comparte el mismo papel redentor que Cristo.

Del mismo modo, se añade que coincidente con esta interpretación, el Papa Francisco también insistió en que este título oscurece la única mediación salvífica de Jesucristo y puede romper la armonía de las verdades de la fe.

“Teniendo en cuenta la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María. Este título corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo y, por tanto, puede generar confusión y un desequilibrio en la armonía de verdades de la fe cristiana, porque ‘no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos’ (Hch 4,12).

“En este caso, no ayuda a ensalzar a María como la primera y máxima colaboradora en la obra de la Redención y de la gracia, porque el peligro de oscurecer el lugar exclusivo de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, único capaz de ofrecer al Padre un sacrificio de valor infinito, no sería un verdadero honor a la Madre”, subraya el documento.

Los títulos que deben usarse con prudencia

Finalmente, la Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación también se refiere a otras expresiones que, aunque ampliamente extendidas entre los fieles, requieren de una interpretación teológica cuidadosa y entre las que destaca:

  • Mediadora
  • Mediadora de todas las gracias
  • Madre de Gracia

Mediadora

En este sentido, el documento recuerda que Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres, según enseña san Pablo (1 Tim 2, 5). Por tanto, aplicar el título de “Mediadora” a María solo es aceptable si se entiende en sentido subordinado y participativo, es decir, como una colaboración maternal que nunca añade eficacia alguna a la obra redentora de Cristo.

“No podemos ignorar que existe un uso muy común de la palabra ‘mediación’ en los órdenes más variados de la vida social, donde se entiende simplemente como cooperación, ayuda, intercesión. Por consiguiente, es inevitable que se aplique a María en sentido subordinado y de ningún modo pretende añadir alguna eficacia, o potencia, a la única mediación de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre”, precisa el parágrafo 25.

Se puntualiza que la terminología de la mediación en el Concilio Vaticano II aparece referida sobre todo a Cristo y, a veces, también a María, pero de manera claramente subordinada y añade que para la Virgen se prefirió usar otra terminología centrada en la cooperación o en la ayuda maternal.

“La enseñanza del Concilio formula claramente la perspectiva de la intercesión materna de María, con expresiones como ‘múltiple intercesión’ y ‘protección maternal’. Estos dos aspectos unidos configuran lo específico de la cooperación de María en la acción de Cristo por el Espíritu. En sentido estricto, no podemos hablar de otra mediación en la gracia que no sea la del Hijo de Dios encarnado”, apunta.

Madre y Mediadora de gracia

En cuanto a los títulos de “Madre de Gracia” y “Mediadora de todas las gracias”, el texto advierte que no tienen un claro fundamento bíblico ni patrístico, y pueden dar la impresión errónea de que María distribuye directamente la gracia divina.

Sin embargo, reconoce que los términos pueden tener un sentido legítimo y devocional cuando se refieren a la intercesión maternal de la Virgen María, mediante la cual el Señor concede “todos los auxilios, incluso materiales, a sus hijos”.

“Al explicar la mediación de María se debe resaltar que Dios es el único Salvador, que aplica exclusivamente los méritos de Jesucristo, los únicos necesarios y completamente suficientes para nuestra justificación. María no reemplaza al Señor en algo que Él no haga (no quita ni añade).

“Si en la comunicación de la gracia ella no añade nada a la mediación salvífica de Cristo, no debe pensarse en María como instrumento primario de esa donación. Si ella acompaña una acción de Cristo, por obra del mismo Cristo, de ningún modo debe entenderse como paralela. Más bien, siendo asociada a Él es María la que recibe de su Hijo un regalo que la sitúa más allá de ella misma, porque se le concede acompañar la obra del Señor con su carácter materno”, se indica en el numeral 65, inciso c.

Madre de Gracia

El documento advierte que ciertas expresiones, que pueden ser teológicamente aceptables, fácilmente se cargan de un imaginario y un simbolismo que transmite, de hecho, otros contenidos menos aceptables, como presentar a María como si tuviera un depósito de gracia separado de Dios, donde no se percibe que el Señor, en su generosa y libre omnipotencia, ha querido asociarla a la comunicación de esa vida divina que brota de un único centro que es el Corazón de Cristo.

“Para evitar estas dificultades, la maternidad de María en el orden de la gracia debe entenderse como dispositiva. Por una parte, por su carácter de intercesión, ya que la intercesión materna es expresión de esa ‘protección maternal’ que permite reconocer en Cristo el único Mediador entre Dios y los hombres.

“Por otra parte, su presencia materna en nuestras vidas no excluye diversas acciones de María motivando la apertura de nuestros corazones a la acción de Cristo en el Espíritu Santo. Así nos ayuda, de diversas maneras, a disponernos a la vida de la gracia que solamente el Señor puede infundir en nosotros”, puntualiza el apartado 46.

Mediadora de todas las gracias

El texto señala que algunos títulos, como el de Mediadora de todas las gracias, tienen límites que no facilitan la correcta comprensión del lugar único de María, ya que de hecho, ella como la primera redimida, no puede haber sido mediadora de la gracia recibida por ella misma.

“El título antes mencionado corre el peligro de ver la gracia divina como si María se convirtiera en una distribuidora de bienes o energías espirituales en desconexión con nuestra relación personal con Jesucristo. Sin embargo, la expresión ‘gracias’, referida a la materna ayuda de María en distintos momentos de la vida, puede tener un sentido aceptable”, destaca.

“Ella, con su intercesión”, se precisa en el parágrafo 69, “puede implorar para nosotros los impulsos internos del Espíritu Santo que llamamos ‘gracias actuales’. Se trata de aquellos auxilios del Espíritu Santo que operan también en los pecadores para disponerlos a la justificación, y también en los ya justificados por la gracia santificante, para estimularlos al crecimiento”.

En este sentido, el título de “Madre de la gracia” debe interpretarse de la siguiente manera: “Ella humildemente colabora para que abramos el corazón al Señor, que es el único que puede justificarnos con la acción de la gracia santificante, es decir, cuando Él derrama en nosotros su vida trinitaria, habita en nosotros como amigo y nos hace partícipes de su vida divina”.

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Una guía para purificar y fortalecer la devoción mariana

Cabe destacar el hecho de que más allá de corregir ciertos excesos devocionales, Mater populi fidelis busca purificar y fortalecer la auténtica devoción a la Virgen María, recordando que todo en ella remite siempre a Cristo.

De este modo, con el documento se invita a los fieles a redescubrir el verdadero sentido mariano del Evangelio al ubicar a la Virgen María como madre, discípula y modelo de fe.

También exhorta a los teólogos, catequistas y pastores a cuidar el lenguaje que se utiliza al hablar de la Virgen, para evitar que títulos o expresiones ambiguas generen confusión doctrinal o desvíen la piedad popular.

En palabras del cardenal Fernández, la devoción a María no debe entenderse como una relación paralela a Cristo, sino como un camino que conduce a Él:

“La función materna de María no hace sombra a la mediación de Cristo, sino que la manifiesta y estimula la adoración que sólo a Él se debe”.

Con esta Nota Doctrinal, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ofrece una orientación pastoral y doctrinal de gran valor para el Pueblo de Dios. Su objetivo no es limitar la devoción mariana, sino proteger su pureza teológica y garantizar que toda veneración a María conduzca a una más profunda unión con Cristo, único Salvador y Mediador.



Autor

Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM, con una trayectoria de más de 30 años como periodista en medios como Reforma, El Centro y Notimex, así como funcionario de comunicación social en dependencias de gobierno y legislativas. Actualmente trabaja como periodista especializado en temas de religión.