Una de las primeras decisiones que el Papa Francisco tomó luego de ser elegido en el Cónclave de 2013 fue no habitar el Palacio Apostólico y vivir en Santa Marta, la residencia de huéspedes del Vaticano.
En una amplia entrevista concedida al padre Guillermo Marcó, quien fue su portavoz en su etapa como Arzobispo Primado de Buenos Aires y retomada por Religión Digital, el Santo Padre aseguró un poco en broma que esta decisión la tomó “por motivos psiquiátricos”.
“Cuando me eligieron yo estaba acá en la pieza de enfrente. Al segundo día había tenido que ir tomar posesión al Palacio Apostólico. Impresionante lo amplio que es aquello. No es tan lujoso, pero es enorme. Solo”.
“Es como un embudo, pero al revés. Entra el que tiene permiso para entrar, entonces caes en manos de los colaboradores, perdés independencia y sin gente… Entonces le pedí al Señor ‘dame una salida’”.
Santa Marta es la residencia de los cardenales electores durante los Cónclaves, tiempo durante el cual cada uno debe dormir en solitario. El complejo de cuatro pisos tiene un apartamento con sólo una habitación, un baño, un recibidor y un estudio.
“Y una tarde -prosigue el Papa- hablé con el cardenal Bertello. ‘Venite a vivir acá conmigo’, me dijo. ‘Bueno, voy a pensar y veo…’. Al día siguiente, salí de mi pieza y estaba esta puerta abierta y las señoras haciendo limpieza. Y curioseo… ‘¿qué es esto?’. ‘Es el apartamento de huéspedes y lo estamos limpiando para su toma de posesión’.
“Y yo dije: ‘Papita para el loro’. Dios me lo puso en la mano. Y cuando me preguntaron por qué no me había quedado a vivir allá yo dije: ‘Por motivos psiquiátricos, si no, no hubiera aguantado. Y todos los domingos tengo un almuerzo con los empleados de Santa Marta, es un almuerzo de familia’”.
Durante su vida en Buenos Aires, el Papa solía viajar en autobús y caminar largos trayectos, algo imposible como Sumo Pontífice y que ahora extraña.
“Acá las dos veces que tuve que salir me agarraron in fraganti. Dos veces, en invierno. Siete de la tarde que no pasa nada, todo oscuro… Cuando fui a la óptica una señora desde el balcón [gritó] ‘¡El Papa!’, y ahí se acabó”.
“Y cuando fui a la disquería que no había nadie -fui a bendecir porque era una disquería de amigos que la habían reestructurado y todo- la gente me pidió ‘¿por qué no viene usted que nos ayudó tanto?’. Entonces yo fui. Oscuro… tanta mala suerte que justo ahí hay una parada de taxis cerca había un periodista esperando un amigo para tomar un taxi”.
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