Los últimos meses de pandemia, nos han mostrado que “la misión de los medios de comunicación es esencial para acercar a las personas, acortar las distancias, proveer la información necesaria y abrir las mentes y los corazones a la verdad”.
En una carta enviada a la Asociación de Prensa Católica de Estados Unidos y Canadá, con motivo de su Conferencia de Medios Católicos, el Santo Padre aseguró que, paradójicamente, el distanciamiento social ha traído consigo un sentido de unión.
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“En mi mensaje del año pasado para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, reflexioné sobre cómo la comunicación nos permite ser, como dice San Pablo, ‘miembros unos de otros’, llamados a vivir en comunión dentro de una red de relaciones en continua expansión. A causa de la pandemia, todos hemos percibido más plenamente esta verdad”.
El Papa aseguró que, en medio de conflictos y polarizaciones de la sociedad actual, necesitamos medios de comunicación capaces de construir puentes, defender la vida y abatir los muros, visibles e invisibles, que impiden el diálogo sincero y la comunicación verdadera entre personas y comunidades.
“Necesitamos medios de comunicación que puedan ayudar a las personas, especialmente a los jóvenes, a distinguir el bien del mal; a desarrollar juicios sólidos basados en una presentación clara e imparcial de los hechos; y a comprender la importancia de trabajar por la justicia, la concordia social y el respeto a nuestra casa común.
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“Necesitamos hombres y mujeres con sólidos valores que protejan la comunicación de todo lo que puede distorsionarla o desviarla hacia otros propósitos”.
Además, el Santo Padre llamó a los medios de comunicación católicos a mantenerse unidos y en comunión.
“Los medios de comunicación pueden ser grandes o pequeños, pero en la Iglesia estas no son categorías importantes. En la Iglesia, todos hemos sido bautizados en un único Espíritu y hechos miembros de un solo cuerpo”.
“Como en todo cuerpo, a menudo son los miembros más pequeños los que, al final, son los más necesarios. Lo mismo sucede en el cuerpo de Cristo. Cada uno de nosotros, dondequiera que nos encontremos, está llamado a contribuir, mediante la profesión de la verdad en el amor, al crecimiento de la Iglesia hasta su plena madurez en Cristo”.
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